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Daba un paseo en la compañía de Aemond. Mi esposo había insistido en que debía permanecer en cama debido a que era inminente que el bebé naciera en cualquier momento.

Pero estaba aburrida y cuando quería algo lo conseguía, así que no tuvo más remedio que acatar a mi capricho.

El hombre se mantenía atento a cada cosa solo para que no tuviera que hacer ni el más mínimo esfuerzo.

Mientras él no dejaba esa expresión preocupada y rígida, yo me sentía como una niña, alegre y feliz respirando aire puro, al menos en esta parte olía a flores y rosas.

Acariciaba mi enorme barriga con cariño mientras daba un suave apretón a su mano para que se distraiga.

—Creo que es otro niño. Me siento de la misma forma que en los últimos dos embarazos, puedo sentirlo. —dije a ese espíritu alegre que me invade desde hace meses.

Sonreí encantada cuando sentí una patada pequeña dentro de mi, señal de que quería mas caricias.

—Amor, estoy feliz de que te sientas bien pero creo que deberíamos volver. —Trató de convencerme pero en su lugar hice que se sentara y luego lo hice yo sobre sus piernas.

Me rodeó protectoramente con sus brazos, besé su mejilla con dulzura.

Por desgracia aquello no duró mucho porque la incomodidad surgió y un pequeño dolor me invadió. Al ponerme de pie aquello se fue de inmediato.

Aemond me observaba con detenimiento mientras me juzgaba en silencio. Me reí con diversión.

De pronto mi expresión se volvió una de pánico cuando sentí liquido correr lentamente por mis muslos, seguido de un dolor agudo.

—Aemond... —susurré con miedo. Levanté mi falda para comprobar. La expresión del hombre cambio a una de exasperación.

—Te lo he dicho, mujer. Pero jamás me escuchas y yo sin poder negarme a tu carácter. —luego de regañarme, besó mi cabeza con ternura y me levantó en brazos para casi correr al castillo.

Los dolores se volvieron cada vez más intensos y mas presentes, manteniendo mi expresión incómoda y adolorida.

Aemond comenzó a pedir a gritos que se llamaran a las parteras y el primer maestre que este mas cerca. Mientras tanto corrió a nuestra recámara para dejarme con cuidado en la cama.

—Ya vienen y se encargarán de esto —creí que se alejaría y por esa razón tomé con fuerza su mano.

—No me dejes sola —hablé rápidamente.

—No lo haré, solo iré a ver porque esos inutiles aun no han llegado.

Pero cuando iba a levantarse la puerta se abrió con fuerza, dejando ver a un escuadrón caminando directo a nosotros.

No se detuvieron mucho en saludos formales y comenzaron su labor.

Quitando mi vestido, dejándome en un largo camisón.

Poco a poco fueron acomodando mi cuerpo en una posición cómoda para comenzar con el trabajo.

—Debe comenzar a pujar, mi señora. —dijo cuando estuvo seguro de que el bebé estaba allí.

Por momentos parecía que iba a partirme a la mitad. Quería gritar pero solo faltan gruñidos guturales. Pronto el sudor adornó mi piel y el calor me abrumaba.

—Lo esta haciendo muy bien, pero debe seguir.

Estuve por lo que pareció una eternidad intentándolo con todas mis fuerzas, nublándome con el dolor hasta que la partera dijo emocionada:

✨Aemond Targaryen✨ One shots Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora