Yunet estaba segura que no importará quién ganará la guerra, el daño ya estaba hecho.
Lucenys el primer día luego que fuera la nueva heredera al trono llamó en llanto, gritos y alaridos al príncipe Jacaerys.
—¡Jacaerys! — chilló ella siendo sujetada por Lord Stark —¡Mi hermano está vivo! ¡Yo lo sé! ¡Jacaerys está vivo!
Luego de horas de llanto, se quedó dormida con el rostro pálido y los ojos rojos. Yunet limpió el rostro de su dulce niña.
En la noche siguió a Lord Stark hasta el bosque de los dioses, donde se arrodilló junto a las raíces y extendió su mano, tocando el rostro tallado en el árbol, entonando una oración hacia el príncipe Jacaerys.
Luego de terminar de rezar, Lord Stark se levantó y la vio.
—Septa Yunet — dijo Stark mirándola.
—Lamento la pérdida del príncipe — Yunet se frotó las manos — Era su buen hermano.
—Usted debe sentir más fuerte esta muerte — Stark empezó a caminar hacia los jardines de cristal — Crió a los hijos de la reina.
—Mi enfoque estaba en Lucenys. Pero vi crecer a cada bebé de su majestad. El dulce de Joffrey y ahora al valiente Jacaerys.
Ella llegó a la capital por la princesa Lucenys, pero inevitablemente se encariño con todos los nietos de Aemma. El valiente de Jacaerys, siempre como una sombra protectora sobre la dulce perla.
Verlo husmear cerca de ella cuando la princesa estaba en sus lecciones, siempre insistente de que era hora que Lucenys fuera a jugar. O como la princesa insistió en cargar al pequeño Joffrey diciendo que era su bebé.
Los tres príncipes oscuros, dos de ellos muertos y una envolviéndose en dolor.
Caminaron en silencio por el jardín de cristal hasta que llegaron a una pequeña estructura en construcción, era modesta.
—Estoy construyendo un pequeño Septo para Lucenys — dijo Lord Stark — Soy consciente que mi esposa es muy apegada a sus dioses y que rezan a los Siete en secreto.
—Lord Stark
—No sé en cuánto tiempo marche a la guerra — continuó hablando el señor de Winterfell — Pero quiero que mi esposa encuentre consuelo en sus dioses. Espero que esté terminado en un par de lunas. Pedí a Puerto Blanco que un tallador de madera haga a los Siete.
—Es un bonito gesto para Lucenys, mi Lord — sonrió Yunet
—Un pequeño Septo — sonrió Cregan — No quiero que mi esposa rece a escondida.
Yunet sonrió por su niña, los dioses le han dado un buen marido.
El príncipe Aemond se puede ir a los Siete Infiernos.
──── ∗ ⋅✧⋅ ∗ ────
Lucenys estaba callada, luego de dos días de llantos solo que se quedó ahí existiendo.
Sentada en su cama, con las pieles cubriendo su regazo, su cabello en ondas desordenadas, los ojos hinchados.
Cregan estaba molesto con el Maestre Janus, el no sabia que le pasaba a Lucenys.
—Lucenys, por amor los dioses , reacciona — suplicó Septa Yunet en lágrimas mientras tocaba el hombro de Lucenys — Necesitas comer, no has probado bocado en dos días.
—Busca alguna solución — le advirtió Cregan tomando de su cadena al Maestre — Es tu deber velar por la salud de Lady Stark ¿Entiendes?
—No es nada físico lo que le pasa a la princesa — contestó Janus — Esto va mucho más allá de mis capacidades como Maestre, mi lord.
Cregan lo soltó y volvió a mirar a su esposa. Sara se puso a su otro lado, con cuidado tomó su delgada mano y la colocó sobre el pequeño bulto que se estaba formando en su vientre, Lady Mormont decía que ya estaba en su cuarta luna de gestación.
—Lucenys, debes reaccionar — le insistió Sara — Dentro de ti crece un corazón, debes reaccionar por el bebé.
—Lárgate de aquí — le dijo Cregan al Maestre. Janus inclinó la cabeza y se fue de la habitación.
—Sé que amabas a tu hermano — siguió diciendo Sara — Y que su muerte es algo horrible, pero no puedes dejarte morir. Este bebé necesita a su mamá. No debes morir a tu bebé.
De los ojos de Lucenys brotaron un par de lágrimas, antes que su cabeza se moviera ligeramente y lo mirará fijamente.
—Jacaerys era el pilar de mi mundo — dijo con la voz débil Lucenys mientras más lágrimas surcaban su pálido rostros —¿Cómo puedo estar de pie sin mi pilar?
Cregan se acercó a la cama, Yunet se apartó de Lucenys permitiendo que él tomará el lugar izquierdo a Lucenys. Él delicadamente tomó la cabeza de su esposa y la apoyó contra su hombro.
—Te juro por los dioses Antiguos y por mi honor como Stark que cuando marchemos al sur, acabaremos con los Verdes — le prometió Cregan — Vengaremos la muerte de Jacaerys y Joffrey. La cabeza de los traidores decorarán Red Keep.
—Quiero la cabeza los Hightower en picas —dijo Lucenys mientras apretaba las pieles debajo de ella — Nyke jaelagon pōja filthy ānogar marching se halls hen mele lua. (Quiero su sucia sangre marchar los pasillos de Red Keep)
Ya, los dos solos en la intimidad de su habitación, Cregan alimento a Lucenys con sopa y un pedazo de pan.
──── ∗ ⋅✧⋅ ∗ ────
—Con el príncipe Jacaerys muerto — dijo Lord Hand — La nueva heredera de Rhaenyra es la princesa Lucenys.
—¿No sería Aegon el menor? — preguntó Lannister. Alicent jugueteó con su copa de vino mientras tocaba su collar de las Siete Puntas.
Aemond había partido esa mañana a Harrenhal.
—Los Negros han nombrado a la princesa como heredera de Dragonstone — contestó el Maestre — Además, aquello ofendería al Norte a quitarle a la princesa el titulo como segunda en la línea.
—¿Tenemos noticias de Lucenys en el Norte? — preguntó Alicent preocupada por el dulce pajarito.
—Ya ha entrado en su cuarta luna de embarazo — contestó Otto — Se ha mantenido en sus habitación en reposo y bajo el cuidado de Stark luego de la noticia. Además, Cregan Stark le está construyendo un Septo privado a la princesa.
Alicent sonrió, al menos tendría el consuelo de los dioses en el árido y horrible norte. Cuando ella quede viuda y gobierne el norte junto a Aemond, pueda expandir la Fe de los Siete al norte de una vez por todas.
N/a: Y llegó el momento que la capital tome King's Landing y papi Daemon vaya a ser a su pequeña dragoncita embarazada.
Alicent, yo quiero de lo que te fumas.
ESTÁS LEYENDO
Eternal Eternity [Cregan Stark]
FanfictionLa princesa Lucenys Velaryon estaba destinada a ser la esposa del príncipe Aemond Targaryen por órdenes de su abuelo. Pero la princesa le tenía miedo a su prometido, y sabía que su vida estaría plaga de miseria si se llevaba a cabo este matrimonio...