Capítulo 3

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Lucenys despertó con Septa Yunet tocándole levemente el hombro.

No había podido conciliar el sueño por dos razones; su tobillo, debía dormir boca arriba y con una almohada apoyando su pie lastimado y Aemond.

Aun con su pie lastimado había asistido a la cena de bienvenida de su prometido. Fue tensa y con miradas letales. Lucenys trató de ser lo más cordial como le enseñó Septa Yunet.

Pregunto por la salud del rey.

—El rey está bien — dijo Aemond —Hay días enteros que se queda en su habitación, pero los Maestres lo están cuidando.

Al finalizar la cena, Kepa la ayudó a llegar a su habitación donde Missy y Sarai ( sus criadas de confianza) la cambiaron a un camisón y avivaron el fuego de su chimenea.

—Es hora de despertar princesa — dijo Septa Yunet ayudando a sentar. —Debemos prepararla para el día, dado que estará en cama una semana, adaptaremos sus lecciones para su comodidad.

Missy y Sarai entraron con agua en un cuencos para ayudarla con su aseo.

Mojando trapos de linos frotaron su cuerpo y la ayudaron a ponerse un vestido sencillo color rosado, como estaría en su habitación no era necesario usar joyería, pero vio el encantador collar con copo de nieve que Cregan lo regaló, así que lo usó solo para ella.

—El príncipe Aemond ha solicitado romper el ayuno junto a la princesa — dijo Sarai — Y como su tobillo necesita descanso la princesa Rhaenyra ha pedido que sus comidas sean servidas en su habitación.

—¿Aemond desayunará aquí? — preguntó Lucenys asustada mirando a su Septa.

—No te preocupes, mi dulce — Septa Yunet le acaricio la mejilla — Tu señora madre también estará aquí con el príncipe Joffrey.

Lucenys pudo respirar tranquila.

Sentada en una cómoda silla con un par de cojines vio como las criadas preparaban la mesa, panes recién horneados, frutas y otras cosas.

La primera en llegar fue mamá que cargaba en brazos a Joffrey, tan inquieto como una cabra fue bajado de sus brazos y se aferró al torso de Lucenys.

—¿Cómo dormiste, mi perla? — preguntó madre mientras le acariciaba el cabello.

—Bien, mami, un poco adolorida con el tobillo, pero bien.

Ella le sonrió a la vez que Aemond entraba a la habitación, Lucenys rápidamente desvió la mirada hacia Joffrey que veía su nuevo collar con admiración.

Ella se sentía culpable al ver la cicatriz en su ojo, herida que ella mismo hizo.

—Tío, buenos días — saludó Lucenys sonriendo con cortesía.

—Lucenys— le sonrió. Lucenys parpadeo un par de veces.

¿No estaba molesto con ella por quitarle un ojo?

Aemond saludó a su madre y a Joffrey. Las criadas sirvieron a cada uno. Cada dos minutos Aemond le preguntaba algo.

¿Cómo has estado?

¿Qué tal Puerto Blanco?

¿Viste algún lobo?

—Ese collar no lo había visto antes — señaló madre y Lucenys se sonrojó.

—Es un regalo de Lord Stark— contestó Lucenys mirando a su madre con una sonrisa, pero cuando miro hacia Aemond palideció ante la mirada gélida de él hacia su collar. 

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Luego del desayuno, Aemond fue invitado a la biblioteca mientras Lucenys tenía sus lecciones de costura con la Septa.

Eternal Eternity   [Cregan Stark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora