Capítulo 37

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Lucía miró consternada la fachada del local de la zona de Cánovas al que se había dejado arrastrar aquella noche sin saberlo.

—¿Un karaoke? ¿De quién ha sido la brillante idea?

—Culpable —respondió Diego, levantando la mano como un colegial.

—¿De verdad estos sitios funcionan todavía?

—Claro, a la gente le gusta cantar —respondió él con una sonrisa entusiasta.

—Sí, pero en la intimidad de casa con el SingStar —terció Ana, que tampoco estaba muy convencida de aquel plan.

—O en la ducha —convino Jacobo, con la misma expresión de desgana.

—Además, lo de que a todo el mundo le gusta cantar es discutible —repuso Edu, que aquella noche había decidido acompañar a Lucía y a sus amigos.

El novio de Lucía siempre le había parecido un chico muy agradable. Era de estatura media y cuerpo fibroso, rasgos atractivos y unos espectaculares ojos grises. Trabajaba como contable en una asesoría. Ella siempre lo había definido como un hombre sólido, con un carácter estable y de confianza; de los que nunca te sorprenden ni para mal ni para bien.

Ana pensaba que era «un muermo». Según decía, era muy difícil que una Sagitario y un Virgo pudiesen sacar adelante una relación sentimental debido a las grandes diferencias que había entre ellos. Los nacidos bajo el signo de Sagitario eran aventureros y espontáneos; los Virgo, en cambio, eran cautelosos y analíticos.

Elena nunca había creído demasiado en el tema de los Horóscopos, pero después de su charla con Lucía se había dado cuenta de que las observaciones de Ana en cuanto a las diferencias de los caracteres en aquella pareja eran bastante acertadas. Por primera vez, se planteó si Edu no le había estado cortando las alas a Lucía sin que fuera consciente de ello.

—Pensé que os gustaría hacer algo diferente esta noche, pero si no queréis... —murmuró Diego, y al ver que su sonrisa aflojaba ante las caras largas de sus amigos Elena decidió intervenir.

—¡Venga, no seáis aguafiestas! Seguro que será divertido —arguyó con una sonrisa de ánimo, aunque ella tampoco estaba muy emocionada con la idea—. Diego tiene razón, de vez en cuando hay que probar cosas nuevas. Además, Hugo ha empezado a trabajar aquí de camarero. Por eso hemos venido, para darle nuestro apoyo.

—Yo en verdad he venido para darle más trabajo y putearlo un poco —reconoció Diego con una risita.

—¿El follador de la pradera a nuestro servicio? —inquirió Lucía con una sonrisa malévola en los labios—. Creo que la velada se acaba de poner muy interesante. ¡Entremos!

Para sorpresa de todos, el local estaba bastante concurrido. Era de tamaño mediano, con una gran barra en el lateral izquierdo y un montón de mesas esparcidas sin orden aparente, la mayoría concentradas delante del escenario que estaba al fondo del local. En aquel momento, bajo la luz de los focos, dos chicas lo estaban dando todo con una canción de Lady Gaga. La luz era tenue, lo que acentuaba la calidez de las velitas que habían puesto sobre las mesas, dándole al conjunto un ambiente muy acogedor.

—No sabía que iba a haber tanta gente —musitó Lucía, mirando alrededor—. A ver quién es el valiente que sube al escenario. ¡Qué vergüenza!

—Aun estamos a tiempo de irnos a tomar una copa tranquila en un sitio normal —comentó Edu, reticente a estar allí.

—¡Chicos, qué alegría veros! —Hugo apareció ante ellos en aquel momento, vestido todo de negro, con lo que parecía ser el uniforme de allí. Entre su altura y lo guapo que era llamaba la atención sin proponérselo—. Os he reservado la mejor mesa, venid conmigo y os llevaré hasta allí —añadió, frustrando cualquier posibilidad de cambiar de planes.

Puerta con puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora