Fernando
Me salté la clase de la vieja culiá de matemática, me tiene pura mala y yo no me voy a arriesgar a que me saque de nuevo a control en la pizarra.
La vieja culia aún hace esa hueá y me da ansiedad.
—¿Capeaste clases? —me preguntó de mala gana la Danae.
La miré sonriendo irónicamente. —No.
—¿Entonces, por qué no estai en clases? —se cruzó de brazos, a la vez que pasaba todo el peso de su cuerpo a su pie izquierdo.
—Obvio que capeé clases po' Danae. —le respondí. —Ni que estuviera verificando cómo está el clima culiao de hoy, cómo está agradable para andar afuera.
—Soy un pesao' culiao. —bufó. —¿La Keyla?
—En clases. —le respondí y volví a mirar al suelo.
—Ya sé eso. —me dijo haciendo que la volviera a mirar. No es fea, de hecho es muy linda, pero el carácter culiao que tiene no lo soporto. —¿En qué clase está?
—Con la vieja culiá.
—Cómo si en éste colegio culiao hubieran pocas viejas culiás. —me dijo molesta y yo me reí. —¿Me vai a decir la hueá que quiero o tengo que ir sala por sala preguntando?
Hueona hincha hueas.
—Soy hincha hueas. —le dije parándome.
—Y tú un ahueonao. —me respondió con una sonrisa falsa.
Sonreí de lado y noté como se le pusieron las mejillas rojas.
—Matemática.
No dijo ni una hueá más la mal educada y salió corriendo a la sala donde estaba la Keyla.
Otro motivo más para huearla.
Aproveché que me había parado para ir a buscar un café al casino donde la tía me estaba esperando desde el primer recreo.
—¡Hasta que aparece! —exclamó me mirándome mal. —Todo el recreo esperándolo.
—Perdóneme tía, lo mejor siempre es para el final. —le sonreí y ella negó con la cabeza. —Uste' sabe que la amo.
La tía se sonrojó y me volví a reír.
—Patero. —me dijo entre risas.
—Ya, pero no se ponga nerviosa. —la molesté. —Mejor admita que soy el regalón del colegio.
—¡Ay ya! —me dijo. —Toma mejor.
Me pasó el café y un chocolate. Le pasé la plata y esperé a que me diera el vuelto.
—Para que le lleve a la Keylita que debe estar muerta de frío. —me sonrió. —Y cuidado con el café que está caliente.
—Gracias mi reina.
Escuché como las demás tías empezaron a reírse y molestar a la tía Rocy, la que me vendió todo. Tomé café para ver si se me iba pasando de a poco el frío, pero fue una malísima idea porque me quemé el hocico.
—¡Conchetumare!
—Que ahueonao. —sentí la risa del Franco. Menos mal era él y no otro culiao porque no ando con paciencia. —Quería hablar contigo.
—¿Sobre?
Era obvio sobre qué, solo quería confirmarlo.
—De tu amiga. —me dijo. —¿Cómo se llama?
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¿Escapémonos?
Teen FictionUn capricho para él y una ilusión para ella, hasta que el capricho se convirtió en su más grande debilidad, mientras que para ella su ilusión se transformaba en realidad sin llegar a imaginar las consecuencias que tendría. ¿Que chucha podría salir...