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Fernando

Voy en camino a un peladero cerca de la casa de la Danae donde habían botado unos gatos, con la Gio y el Luciano.

Dos pa' dos la hueá.

La Danae y la Gio no han parado de hablar todo el rato, me tienen muy mareado con todas las hueas que hablan, se supone que se vieron hace pocos días y parece que no se hubieran visto en un año después de todo lo que he estado escuchando.

—¿No estai mareado? —le pregunté al Luciano, mientras caminábamos.

—Más o menos. —me dijo mirando hacia adelante, mientras bostezaba. —No sé como pueden hablar tanto hueón.

—Ya po'. —se dió vuelta la Danae con una mano en su cintura. —¿Qué dijimos?, sin reclamos ni quejas.

Rodé los ojos y la miré.

—Eso no estaría pasando si nos contemplaran en su conversación culiá.

—Hablan caleta. —les dijo el Luciano mirando a la Gio que estaba sonriendo. —No sé como no les duele la mandíbula.

—Están acostumbradas a tener el hocico abierto parece —dije mirando a la Danae que me estaba empezando a mirar con cara de odio.

Eso, así me gusta, dejarlas bien, pero bien picás.

¿Están chistosos el par de hueones? —preguntó cruzándose de brazos. —Por ahueonaos van a ser los encargados de bañar a los gatitos.

—¡Yupi! —celebró la Gio y la miré mal. —¿Qué?

—So. —le dije y con el Luciano empezamos a caminar más rápido.

—¡Hueon fome! —me gritó la Gio.

Me reí.

—¿Tenís algo con ella? —me preguntó de la nada este hueón.

És más que obvio que se la quiere comer.

Na hermano, tranqui. —le dije y lo abracé por los hombros. —Somos como hermanos, es una relación parecida a la que tengo con la Keyla, pero con menos confianza.

—Buena.

—Dale nomás, yo no soy un impedimento. —le dije y me miró confundido. —No soy hueón, se nota a leguas que le tenís ganas.

El Luciano se empezó a poner rojo, mientras lo molestaba con la Gio.

—Déjate de hablar hueas Feña. —me dijo entre dientes. —¿O querís que yo tambien te huebee?

—¿Qué pasa? —la Danae apareció a mi lado derecho.

Es mucho más baja que yo así que quedó abajo de mi axila, mientras miraba atenta a lo que hacíamos o lo que íbamos a decir. Sus ojos se encontraron con los míos y empezó a generar esa misma sensación que empecé a sentir en la mañana.

—Nada. —respondió el Luciano por mí. —El amor es una magia...

No escuché nada más porque estaba tan concentrado en mirar y analizar a la persona que tenía cerca mío, que lo demás pasó a segundo plano.

El pelo blanco largo le llegaba hasta las caderas, las pestañas largas acompañaban sus grandes ojos y los labios rosados y carnosos la hacían ver muy atractiva.

—Cuidao' —me dijo el Luciano. —Hay caca.

El hueón bruto me agarró del brazo y me corrio como si fuera un costal de papas.

—Puta que me querís. —le dije estirándome la camisa. —Pa' la otra me tirai más fuerte.

—Soy llorón. —me dijo la Danae riéndose. —Agradece que te salvo de pisar caquita.

¿Escapémonos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora