Gio
—¡Kenai! —lo llamé desde la ventana. —¡Ven gato traidor!
El hueón está enamorado de la vecina y se escapa a verla todos los días sin importarle que yo me asuste y llore por él.
Así son.
—¿Qué chucha estai haciendo? —me preguntó confundida la Danae.
Miré para abajo y estaba la Danae con la Keyla mirándome con confusión.
Mierda, se me había olvidado que iban a venir.
—Hola amiguita. —le dije a la Danae tratando de disimular lo que estaba haciendo. —Estoy tomando sol.
—Mentirosa culiá. —dijo la Keyla riéndose. —Tus gritos se escuchan hasta la otra cuadra, deja a tu gato vivir su vida tranquilo.
—¡No! —le grité estresada. —Es muy bebé aún.
—Ya señora loca, ven a abrirnos porfa. —me pidió la Danae cruzándose de brazos. —Tenemos hambre.
El Kenai me miró desde la ventana de la vecina, mientras se lamía las patas con descaro.
Maldito.
Salí de la ventana y bajé rápido para que mi querida amiga Danae no me empezara a reclamar de que me demoraba mucho en salir a abrirles.
En verdad ni siquiera me bañé, pero bueno a buena vida poca vergüenza.
—Las extrañé. —les dije abrazándolas una vez que les abrí la puerta. —Hace mucho tiempo que no nos veíamos.
—Yo también amiguita. —me dijo la Keyla. —Mucho tiempo en verdad.
Con la Danae la miramos con los ojos cargados de ilusión porque sabíamos que ya estaba mejor después de todo, la veíamos más animada y con más energía.
Aunque tenía una pizca de pena en sus ojos, la conocía tanto que podía decir cuando le estaba pasando algo.
—¿Nos vai a invitar a pasar o nos quedaremos afuera?
Rodé los ojos y la miré, sonriendo de lado.
—Parece que no hay visto a la Fiorella. —le dije molestándola. —Estai más chuky que nunca.
La hueona me levantó el dedo de en medio y con la Keyla nos reímos provocando que nos mirara más mal. Las hice pasar y dejamos las cosas que habían comprado para hacer más tarde en la cocina.
—¿Te puedo sacar un vaso de agua?
Ésta conchetumadre viene hace como cinco años a mi casa y aún sigue preguntando por hueas estúpidas.
—No.
Me miró con un puchero y la Danae se tocó la cabeza, mientras sonreía.
—Keyla somos amigas hace mucho tiempo, erís como mi hermana y aún seguís preguntando hueas. —la reté pasándole un vaso. —Mi casa es tu casa, ya te dije.
—Si hueona, la próxima vez que me prefuntís esas hueas no te voy a dar ná por hueona. —le advirtió la Danae. —Estai avisá.
—Hueonas pesás. —dijo yendo a servirse agua de mala gana. —Es que no me gusta hacer como si fuera mi casa, quizás puedo incomodar.
—Erís como nuestra hermana. —le dije cruzándome de brazos. —Nunca incómodas, de hecho a mí me pone incómoda que digai esas hueas.
—A mí también.
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¿Escapémonos?
Dla nastolatkówUn capricho para él y una ilusión para ella, hasta que el capricho se convirtió en su más grande debilidad, mientras que para ella su ilusión se transformaba en realidad sin llegar a imaginar las consecuencias que tendría. ¿Que chucha podría salir...