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Daniel

—¿Aló? —respondí mi celular después de salir de la clase de tenis de todos los domingos.

—Hola Danielcito. —era la mamá de la Keyla.

Sonreí, mientras caminaba por el Club para llegar a mi auto.

—Hola María. —saludé fingiendo estar emocionado. Sabía como ganarme a esta señora. —¿Cómo estás?

—Quisiera decir que bien, pero estoy muy preocupada. —dijo afligida. —No te imaginas con que me salió la Keyla ahora, parece que no fuera mi hija.

Dejé mis cosas en el auto para estar muchísimo mas cómodo y poner mi total atención a lo que me quería decir mi querida suegra.

No me digas que está con alguien más. —dije tenso. Me había olvidado por completo de Franco Brito y lo que me había dicho la última vez que nos vimos. —Cuéntame con lujo de detalle.

—Está con un tal Franco que es...¡Horrible! —exclamó a través del teléfono. —Parece salido de la cárcel y no puedes dejar que mi Keyla baje la categoría así, eso daría mucho de que hablar...Pasar de estar contigo, que eres un príncipe, a estar con un pelafuztan recién salido de la cárcel.

Eso dejaría mucho de que hablar entre mi círculo social y más entre mis amigos que me ven como un Dios por todas las cosas que he logrado. Jamás permitiría que la Keyla estuviera con él después de haber sido mía porque aún lo era y era la mujer que yo siempre querría para mí por el resto de mi vida.

—¿Intentaste hacerla entrar en razón? —pregunté mirándome en el espejo.

—Obviamente, pero está obsesionada con ese niñito. —me dijo preocupada. —Yo creo que está haciendo todo esto para llamar mi atención y la tuya, así que, te pido que por favor hagas algo para que entre en razón.

Sonreí victoriosamente. Era más que obvio que haría algo para hacerla entrar en razón y lo haría cueste lo que me cueste.

No te preocupes que en breve me tendrás comiendo en tu mesa nuevamente. —le dije arrancando el auto para ir a mi casa. —Te voy contando los avances, cuídate.

Y sin esperar una respuesta de su parte, corté.

Jamás permitiría que el Franco se saliera con la suya y quedar como un imbecil frente a todos los que me siguen, frente a mi familia y a la gente que me rodea.

Aunque a mi familia no le agradaba la Keyla porque es de una clase inferior a la mía, no me importa, ella es mía y por lo tanto, siempre lo será.

Llegué más rápido de lo que esperaba a mi casa, estacioné el auto y al bajarme me pillé con una de las tantas mujeres que me persiguen.

—¡Daniel! —me llamó desesperada al ver que los empleados de mis papás no la dejaban pasar. —¡Tengo que hablar contigo!

La miré con desprecio, pero no me convenía un escándalo con mi papá adentro de la casa, así que, dejé que los empleados la dejaran pasar hasta donde yo estaba.

—¿Que quieres? —le pregunté sin interés. —Tengo cosas que hacer y me estás quitando tiempo.

—Estoy embarazada. —me dijo esperando algún tipo de reacción de mi parte. —¿No me dirás nada?

—No es mío. —le dije y a ella se le desfiguró el rostro. No es la primera que me viene con este cuento para sacarme plata o llevar mi apellido. —Quién sabe con quién más te acostaste la misma noche en la que estuvimos los dos.

¿Escapémonos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora