Danae
Estoy toda sopeá. El verano llegó con todo y no saben cuanto odio el sudor entre las piernas.
—¡Kevin! —llamé a mi hermano para que me pasara plata para ir a comprarle comida a los gatos. —¡Ya po'!
—¡Te dejé la plata encima del microondas ciega culiá! —me gritó desde su pieza. Estaba con la polola y creo que ya era más que obvio saber lo que estaban haciendo.
Vi donde me había indicado y efectivamente estaba la plata ahí. La tomé y la puse en mi banano junto con las llaves.
—Chao mis amores. —les dije a mis gatos que estaban en el sillón durmiendo acurrucados. —Les iré a comprar comida, ya nos vemos.
Salí de mi casa aprovechando que el Chicharrón estaba durmiendo y caminé al almacén donde siempre le compraba la comida a mis gatos.
Por lo menos la huea quedaba cerca.
Me puse los audífonos y empecé a pensar en todo lo que había pasado en este último tiempo, en verdad alejarme de esos hueones me ayudó un poco a encontrarme conmigo misma. Tenía más que claro que lo del Feña fue una simple confusión y que en verdad no me gustó nunca.
De hecho de pensar que me lo comí se me hace un poco extraño, pero bueno, son procesos.
—Hola señora Juana. —saludé a la dueña del negocio que me sonrió apenas me vio. —¿Como está?
—Muy bien mi niña. —me dijo pasándome la bolsa de comida de gato y otra aparte especial para el ramón. —Te tengo listo tu pedido.
—Gracias. —le sonreí y le pase la plata.
—Oye. —me dijo cuando salió un perrito del mueble que estaba en el negocio. Estaba asustado, muy asustado. —¿Tú sabes de quién es este perrito?
Negué y me acerqué a verlo para ver si estaba herido. —Tranquilo bebé, no te haré nada.
El perrito me miró cansado y se dejó tocar tranquilamente. Por suerte no tenía nada, pero se notaba que era un perrito de casa por el collar que tenía y por lo delicado que era.
—A lo mejor se perdió. —le dije a la señora Juana. —Veré si tiene algún numero en su plaquita y si no, yo me encargaré de encontrarle un lugar, pero no me lo puedo llevar.
Le acaricie la carita a lo que él me empezó a lengüetear las manos. Tomé la placa que tenía en el collar rojo con brillantes, el nombre "Charly" resaltaba y detrás de este había un número.
Tomé un poco del plato que me había pasado la señora Juana para que le diera comida y agua porque desde que había llegado no quería comer nada, así qué, mientras le hacía cariño, le empecé a dar de comer.
—Muy bien. —le dije sonriendo. —Voy a llamar a tus dueños que deben de estar muy preocupados.
El Charly empezó a comer tranquilamente y yo tomé mi celular para marcar al numero que tenía en la placa. El timbre sonó dos veces hasta que una voz femenina contestó.
—¿Aló?
—Hola. —saludé. —Oye, sabes que encontré a tu perrito...
Un grito de alivio sonó por el teléfono a lo que me tuve que alejar un poco porque el sonido casi me hace cagar el tímpano.
—¿De verdad? —preguntaron en un tono preocupado. —¿Donde está? Dígame qué está bien porfa.
Me reí.

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¿Escapémonos?
Fiksi RemajaUn capricho para él y una ilusión para ella, hasta que el capricho se convirtió en su más grande debilidad, mientras que para ella su ilusión se transformaba en realidad sin llegar a imaginar las consecuencias que tendría. ¿Que chucha podría salir...