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Danae

—¡Hola chiquillos! —hablaron los del centro de alumnos. —Como saben, estamos recaudando fondos para las próximas actividades que se vienen.

—Haremos el día del globo. —habló un loco del grupo ahorrándose toda la intro. —Pegaremos afiches para que sepan cuando será y dónde hacer sus pedidos. —dijo sin interés. —¿Tienen alguna duda?

Miré a mi curso y un loco había levantado la mano. —¿Solo los del colegio pueden hacer pedidos?

—Exacto. —respondió el mismo loco que antes. —¿Alguna otra duda?

Nadie respondió ni levantó la mano.

—Gracias chiquillos. —nos miraron y luego miraron al profe de lenguaje. —Gracias profe.

—No hay de qué. — los miró. El grupo salió de la sala y el profe se paró para seguir escribiendo en la pizarra. —Bueno chiquillos, sigamos.

A saltarme esta clase.

Profe. —le dije. —¿Puedo ir al baño?

Me miró mal y luego asintió.

Ya cachaba mi modus operandi para cuando su clase se ponía fome, pero igual era a la que mejor le iba a de mi curso así que tampoco me ponía mucho atado por eso.

Caminé al gimnasio porque ahí tenía clases la Keyla y, mientras caminaba empecé a pensar que fue raro estar en clases y que no me hinchen las hueas, el Luciano ni el Franco habían venido y eso le traía muchísima paz a mi cerebro.

—¡Ya po' corre! —le gritó el Franco a la Keyla que estaba que se moría. —¡Hasta un caracol es más rápido que tú!

Mi paz se había acabado completamente.

Con que aquí estaban el par de ahueonaos.

¡Amiguita! —gritó apenas me vió. —Saca a estos hueones de acá porfis.

La tomé del brazo y la ayude a caminar hasta llegar a las bancas, mientras recuperaba el oxígeno. Miré al profe y el ahueonao estaba hablando, bueno, estaba coqueteando con la profe practicante de educación física.

Ésta hueona se puede morir y el viejo culiao ni ahí por estar pensando con la cabeza de abajo.

Jajaja hombres po'.

No duraste ni una huea. —le dijo el Luciano creyéndose personal trainer. —Tenís una resistencia del hoyo.

—Duré cinco minutos. —dijo aún ahogada con toda la cara roja y el moño que tenía estaba todo caído con algunos pelitos pegados a su frente por el sudor. —Es harto.

—¿Cinco minutos? —le preguntó el Franco, mientras se estiraba. —Creo que tienes un muy mal concepto de durar harto.

El hueón sonrío con picardía y la miró satisfecho al ver que había logrado lo que quería, que era ponerla nerviosa, la Keyla lo quedó mirando aún más roja, mientras se mordía el labio.

Que cochinona.

Me pasai el agua, porfa. —le pidió la Keyla al Franco después de dejar de mirarlo con corazones en los ojos.

—No.

Es que después me pregunta por qué me cae mal.

Ya po'. —le pidió la hueona de mi amiga. —Estoy muriéndome.

—Soy exagerá, si corriste poquito. —le dijo el Franco mirándola con malicia y formando una sonrisa pícara en sus labios. —No erís buena pal cardio parece.

¿Escapémonos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora