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Fernando

Éstas semanas han sido una verdadera locura en todo los sentidos.

La Danae hace caleta que no me habla, me odia más que antes de hecho, la Gio tampoco me habla tanto y luego está el cagazo que se mandó el hueón del Franco con la Keyla, pero quitando todo lo malo, estoy conociendo a la Vale y en verdad me tiene enamorao'.

Es de las minas más lindas que he conocido en mi vida.

—¿Tu compañera dónde está? —me preguntó el profe de educación física. —Me debe algunas pruebas.

—Está en coordinación. —le expliqué. —Pero, creo que tiene certificado que no puede hacer actividad física.

En verdad era mentira, pero yo le iba a conseguir uno porque últimamente no tiene ánimos de nada, con suerte come.

Me da tanta pena que esté así por el Franco, porque es lo primero que le advertí cuando empezó a demostrar un mínimo de interés por ella es que no le hiciera daño y es lo primero que hace. Y por otro lado esta la Danae qué, me detesta muchísimo más que antes y no la
culpo también fui como el hoyo después de todo, pero pensé que simplemente era algo de quitarnos las ganas, no que involucraba sentimientos.

Pensé mal y las cagué nomás.

El timbre del recreo sonó y como estaba al día con éste profe culiao no tenía que cambiarme ni nada más, así qué, salí al recreo para buscar al Luciano o a la Keyla. Pero, lo más probable es que esté con la Danae y no quiero que el ambiente se vuelva más incómodo de lo que ya es para ella.

Caminé al kiosko porque conociendo al guaton culiao del Luciano estaría comprando alguna huea pa' comer, pero en vez de encontrarlo a él encontré al Franco mirando fijamente a un punto, donde sorpresivamente venía la Keyla con la Danae.

Éste conchetumare.

¡Oye hueón! —le grité haciéndome pasó entre la fila culia que había fuera del kiosko.

Las chiquillas me miraron confundidas y gracias a eso el Franco se dio vuelta, pero aún no cachaba que lo estaba llamando.

Creo que grité demasiado fuerte.

¡Franco! —le grité otra vez para que mirara lo que iba a hacer.

Avancé a pasos agigantados, mientras el Franco me miraba atontado.

No alcanzó a decir ni una palabra cuando mis nudillos se estamparon contra su cara dándolo vuelta.

—Viniste a dar la cara ahueonao. —le dije tensando la mandíbula a la vez que agitaba la mano por el dolor que me causó. —Y estai de lo más relajao' más encima.

Giró la cabeza tocándose el labio que estaba sangrando. Automáticamente todos los hueones que estaban comprando nos rodearon formando un círculo con gritos estúpidos que solamente aumentaban la tensión entre nosotros.

—¿Sabís qué? No ando pa' hueas estúpidas. —me dijo parándose para quedar al frente de mí. —Si querís pelear, pelea solo.

Lo empujé.

—Erís tan de la mierda. —le dije mirándolo serio. —Que no valís ningún golpe más, Franco.

Se dio media vuelta convencido en que lo iba a dejar tranquilo, pero tenía algunas cosas guardadas para decirle.

—No sé cómo podís estar tan relajao' con la huea que hiciste y dijiste para después salir corriendo hasta desaparecer como el cobarde culiao que eres. —le dije entre dientes.

¿Escapémonos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora