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Danae

Otra vez lunes por la cresta.

Ayer el Ramón no me dejó dormir en toda la noche porque estaba peleando con la Madona y se le sumó la Nymeria que estaba llorando porque quería dormir conmigo.

Mis animales están locos.

—¿La Keyla? —le pregunté al Fernando, mientras estaba en su celular.

Me ignoró.

—Oye po'. —lo moví. Me quedó mirando unos segundos para luego volver a mirar su celular. ¿Por qué me estaba ignorando? —Ah, hola.

Ahí me miró al instante el hueón. —Hola, Danae. —me miró con una mueca. —Tenís una cara culiá de hoyo.

Me senté al lado de él.

—Ya sé. —suspiré cansada.

—¿Estai bien?

Asentí. —Solamente que mis gatos no me dejaron dormir en la noche.

—¿No hay pensado en tener una fundación de animales? —me preguntó y lo miré atenta. —La Keyla siempre me dice que estai recogiendo animales, pero no siempre los regalas todos y te terminas quedando con ellos.

La hueona sapa.

Si lo he pensado. —miré mis pies. —Pero, en verdad no tengo a nadie que me ayude al cien. —le expliqué. —La Keyla está trabajando cuidando perros o no sé que chucha, la Gio se va al sur otra vez y no tengo más amigos.

Se rió.

—Si querís... —se quedó callado y yo le hice una seña para que siguiera hablando. —Si querís yo te ayudo.

Abrí los ojos lo más que pude.

¿Éste hueón me está queriendo ayudar y no estar hinchándome las hueas cada vez que puede? ¿Es real o lo estoy soñando?

¿Me estai hablando en serio? —le pregunté aún sin creerlo. —Es un trabajo que requiere compromiso.

—No tengo ni una hueá más que hacer. —se encogió de hombros restándole importancia a la situación. —Estaré disponible cada vez que lo necesites, para ayudarte, obvio.

Me quedé callada y lo quedé mirando.

—Gracias. —le susurré.

Me sonrió a boca cerrada y nos quedamos mirando, mientras que ninguno de los dos hablaba.

Esto es raro, pero no quiero quitar la mirada, mirarlo y estar tranquilos por primera vez, me da una buena sensación.

—¿La Keyla? —preguntaron al frente de nosotros.

El Fernando carraspeó, miró al suelo y luego miró al frente de nosotros.

Era el Franco con la media cara, bueno, es la única cara culia que siempre tiene.

No vino. —le respondió el Feña. —¿Por?

—Na'. —se echó un chicle a la boca. Manía culia que tiene de siempre hacer lo mismo y nunca ofrecer. —¿Están bien?

—Sí. —respondimos al mismo tiempo y el Franco quedó aún más confundido.

—Está todo bien. —agregué y miré al Feña para preguntarle lo que iba a preguntarle desde un principio. —¿Sabes si la Keyla está mejor?

—No. —me respondió el Feña. —Le pregunté si quería que la fuera a ver y me dijo que no la maldita culiá.

Me reí.

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