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Keyla

¿Entonces le diste otra oportunidad al Luciano? —le pregunté a la Gio, mientras hablábamos por videollamada. —¿Estai segura de eso?

Asintió.

—Se la ha jugado harto este último tiempo, en verdad. —me dijo echándose una cucharada de yogurt a la boca. —Aparte ya no me puedo engañar más, el hueón me encanta.

Me reí.

—Bueno amiga, tú sabís que yo te apoyo. —le dije sacando la ropa que me iba a poner hoy que venía el Franco. —Pero, si te vuelve a hacer algo te juro que le pago a alguien pa' que le saque la chucha.

Se río.

—Te amo.

—Yo también te amo, amiguita.

La Danae quería estar un rato sola después de todo lo qué pasó con el Feña, mientras que mi amiguito estaba cada vez más engancho de la Vale, —la mina que había conocido en el carrete de esa vez— aunque también me molesté con él por lo qué pasó con la Danae, también lo entendí porque en cuestiones de corazón uno no manda.

—¿Irá a verte tu príncipe azul cochinona? —me preguntó con una sonrisa maliciosa.

Sentí como el calor iba a subiendo a mis mejillas.

—Cállate.

—¡Te irá a ver y tendrán cuchi cuchi! —exclamó cagá de la risa.

Maricona, sabe que odio esa palabra y que me trate de poner nerviosa.

—Cállate Gio. —le dije aguantando la risa. —Odio esa palabra culia.

—Por eso la digo po'. —me dijo. —Imaginarte al Franco sin ropa, te está dejando media hueona.

Tiré la polera que estaba viendo al celular provocando más risa de su parte.

—Ya estás media... —dijo. —Estás totalmente hueona al haber hecho eso.

No aguante más y me comencé q reír también.

—Ya oh. —le dije tomando el celu porque había escuchado pasos hacía mi pieza. —Después te hablo.

—¿Me hablaras después de que te hayan acomodado la matriz? —me preguntó en un tono juguetón. —Que suertuda eres amiguita, aprovecha.

—¡Chao!

Escuche una última risa de su parte antes de cortar la llamada, los pasos hacía mi pieza cada vez se oían más fuertes y pasados unos pocos segundos la puerta se abrió dejando ver a mi mamá con el ceño fruncido.

Esta así desde que les presenté al Franco.

Vamos a salir con tu papá. —me avisó con mala cara. —Llegaremos tarde.

—Bueno mamá.

—Te deje comida en el horno y cierra todo muy bien. —me dijo mirándome de pies a cabeza. —Ah, antes de que se me olvide.

—Dime.

—No traigas a tu pololito. —me dijo con los ojos entrecerrados. —Cuídate.

Rodé los ojos.

Era una pena y paja que mi mamá tuviera tan presenta en la cabeza al Daniel aún, no podía aceptar que estuviera con otra persona que no fuera él y aparte de todo odia que sea tan directo en algunas cosas, según ella es desubicado, pero sé que el Franco se ha controlado para no decirle ciertas cosas cuando suceden. Por otro lado a mi papá le cae bien, me dijo que era un cabro centrado en la vida y que no vivía en una burbuja como el otro hueón.

¿Escapémonos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora