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Gio

—¡Keyla! —gritó la Danae afuera de la casa de mi amiguita.

Llegué ayer del sur y no le dije a las chiquillas porque quería sorprenderlas hoy al irlas a buscar, pero me salió como las hueas la sorpresa porque a la única que encontré fue a la Danae.

—¿El hueón rucio es el Feña? —le pregunté a la Danae. La última vez que lo vi estaba muy distinto a cómo está ahora. —Porque está demasiado cambiado, está mega lindo.

La Danae rodó los ojos y caché que algo raro había acá.

—¿Pasó algo que no sé?

—Es más pesao' que la mierda, es súper desagradable. —me dijo. —Y no pasó nada hueona, estai loca que va a pasar algo.

Me reí. —Te lo querís puro comer.

—¡Keyla! —gritó otra vez la Danae.

Con las chicas nos conocimos cuando vine de vacaciones a Santiago a la casa de mi papá, qué está cerca de la casa de la Danae y por la Danae conocí a la Keyla, desde ahí que siempre trato de venir más seguido para estar con ellas. Son mis mejores amigas y creo que son las únicas amigas reales que he tenido en la vida.

En el sur hay pura gente loca y sobretodo en mi pueblo.

¡Me estoy muriendo y tú haces que me levante de mi cama! —reclamó y la Danae iba a hablar, pero luego la cerró para no decir nada. Mi amiguita salió con una cara de perro muerto, pero al verme se sobó los ojos y sonrió. —¡Gio!

—¡Oye yo también estoy aquí! —le reclamó la Danae.

—Soy envidiosa culiá. —le alegué.

La Keyla llegó corriendo a abrirnos y me abrazó fuerte.

—Te extrañé mucho. —había empezado a llorar y se nos unió la Danae al abrazo. —Y a ti también Danae para que no aleguís.

—Muy bien. —dijo la Danae y se cagó de la risa. —¿Podemos pasar?, primero que todo préstame tu baño que estoy que me cago.

La Keyla la quedó mirando, mientras se limpiaba las lágrimas que le habían salido. Estaba con un poleron negro ancho y unas calcetas polar para pisar en el suelo.

—Vamos po'. —nos dijo. —Obvio que te presto el baño amiga, tantos años viniendo a mi casa y aún preguntai hueás.

—Es que sabes porque lo hago. —dijo afligida. Tenía el trauma de tapar el baño. —Espérenme, no me demoraré tanto.

—No quiero tantos detalles Danae. —le dije cagá de la risa.

Me levantó el dedo de en medio para luego salir corriendo a la puerta del baño.

—¿Estai bien amiguita? —le pregunté, mientras estaba sacando cositas ricas para comer. —Las fui a buscar y me encontré a la Danae solita.

El mejor recibimiento es este.

¿Por qué no me avisaste que venías?, así no me hubiera ido. —hizo un puchero. —Soy terrible desconsiderada.

—Soy barsa hueona. —me reí. —Yo les quería dar una sorpresa y a ti se te ocurre enfermarte.

—La regla me está matando. —me dijo cambiando el tema, mientras se sobaba el vientre bajo. —Y lo otro que me está matando es la indiferencia que un hueón tiene hacía mí, te juro que lo odio.

Debe ser muy rico el hueón para tener a la Keyla así.

Nos fuimos a la pieza de la Keyla y me senté en su cama, mientras sacaba una galleta para escucharla atenta.

¿Escapémonos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora