Capítulo 2

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Sus manos pasaban por tus caderas, paseando y delineando con sus dedos tus curvas sin permiso. 

Creíste que tu primera vez sería mágica, dulce y delicada. Creíste que le entregarías tu virginidad a la persona que más amabas, tal como lo pintaban en las series o películas dedicadas a los adolescentes. Pero, estamos usando la palabra "creíste", y eso no trae nada bueno. 

Este tipo asqueroso, se había colado por tu habitación para hacerte "suya" como decían en las novelas que leías. Y no, fue todo lo contrario a lo que imaginaste. 

No fue mágico, ni dulce, ni delicado. Fue aterrador, amargo y duro. No se lo entregaste a alguien a quién amabas, ni siquiera fue por voluntad, porque fue arrebatada de ti junto con tu inocencia. Él te hizo "suya", y ahora no podías evitar sentirte la persona más sucia del mundo. 

Estabas sucia. 

—No... no quiero—Murmuraste, tratando de quitarlo de encima de ti.—por favor, no, no lo hagas—balbuceaste.

Medio adormilada, sentiste el peso de él sobre ti, moviéndose sin cautela, desesperándote. 

—¡No!—Gritaste, levantándote del sofá, donde sea que estabas. Miraste a todos lados, aturdida, sintiendo una linda mirada encima tuyo. 

—¡Despertaste!—Gritó la niña alegre, abrazándote. Ella estaba sentada encima tuyo, y ahora estaba acariciando su cabeza contra tu estómago mientras rodeaba sus pequeños bracitos alrededor de tu cintura. 

Por un momento estuviste confundida, hasta que recordaste quién era la niña. Pusiste tu mano encima de su cabeza, y comenzaste a acariciarla, sintiendo lo suave y sedoso que era su cabello. Olía muy bien. 

Sonreíste inconscientemente, acariciando con más entusiasmo y rapidez la cabecilla castaña que te causaba calma y serenidad. 

—¿Cómo te llamas?—Preguntó la niña curiosa, tomando tu mano para ponerla en su mejilla derecha. Tan suave. 

—No puedo confiar en desconocidos—Bromeaste, poniendo una sonrisa de lado mientras acariciabas la mejilla regordeta de la niña con tu dedo pulgar. 

—Soy Miri—Escupió la nena de la nada, deteniendo las caricias que le dabas en el rostro. Levantaste una ceja confundida.—Ahora no soy una desconocida para ti—dijo con las mejillas infladas y ruborizadas. 

Ahora no podías negarte.

—Soy ____, Miri, mucho gusto—Te presentaste, tendiéndole la mano para hacer un saludo formal en forma de juego. Miri sonrió, mostrando sus pequeños dientecitos blancos, para después corresponder el saludo torpemente.  

Esta niña era tan alegre que te hacía olvidar que estabas en un lugar completamente desconocido. Te hacía olvidar el miedo que habías sentido al tener esa pesadilla que olvidaste tan pronto viste los ojos marrones brillantes de Miri. O bueno, desearías que fuese una pesadilla, porque lamentablemente eso no era nada más que... 

—Despertaste—Se escuchó desde otro lado, y tan pronto lo oíste, se te puso la piel de gallina con los pelos en punta, nerviosa y asustada como un gato. Te escondiste detrás de la niña por puro instinto, y miraste en dirección a la persona que había hablado; el rubio que antes habías visto en la fiesta, el que andaba vestido de Santa Claus. Estaba sentado en una mesa, con la silla apuntando hacia el sofá en donde estabas sentada. 

—¿Quién eres?—Preguntaste lo primero que se te vino a la mente, a lo que el rubio solo soltó una risa nasal. 

—No creo que haga falta decirte mi nombre. Veo que estás bien—Dijo lo último cambiando el tema forzosamente.—Puedes irte. Ahí tienes tus zapatos—Apuntó con su dedo a tus zapatos negros que estaban en la entrada, levantándose del asiento para caminar hasta la escalera de caracol que llevaba a otro piso en el gran departamento. 

Rei Suwa || Buddy DaddiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora