Capítulo 33

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—¡¿Rei?!—Gritaste al fruncir el ceño.—¿Qué..? No. Tienes que estar bromeando, ¿cómo mierda fue que él me encontró acá?—Preguntaste confundida, negando con la cabeza repetidas veces.

—Yo lo ayudé, pero eso no es importante ahora—Respondió Arai mientras renegaba por lo bajo con las estúpidas llaves. Los fuertes ruidos a su alrededor lo aturdían y lo distraían, no podía hacer que la puta llave entre.

—¿Tú..?—Balbuceaste, para después soltar un jadeo. Tus ojos comenzaron a aguarse y a picar, no sabías si de la alegría o de la emoción. 

«Rei está haciendo todo este escándalo... ¿por mí?»

La puerta se abrió, permitiendo ver a un Arai cansado de tanto correr, aturdido y apurado, pero te importó una mierda tener que oler su olor a sudor, fuiste y lo abrazaste igual, agradeciéndole por lo bajo muchas veces y luchando por no dejar que alguna lágrima caiga por tus mejillas, pero se te hacía difícil. 

—Rei va a estar en la sala principal ahora, el lugar donde el tiroteo es más intenso—Avisó el pelinegro.—Ve allá.

—¿Cómo sabes que está ahí?—Preguntaste. 

—Tu noviecito hace mucho escándalo, y desde que empezó a disparar a lo loco, la parte más intensa se mueve con él—Contestó con una mueca desaprobatoria luego de haber puesto ambas manos sobre tus hombros.—Ahora vete. 

Asentiste con la cabeza, volviendo a abrazarlo con más fuerza antes de separarte y salir corriendo con las pocas fuerzas que te quedaban. Y antes de doblar por un pasillo, volteaste y le sonreíste ampliamente al hombre que te miraba con orgullo. 

—¡Gracias, Arai!—Gritaste luego de haberle levantado una mano en el aire, despidiéndote de él. 

Arai sonrió de lado cuando te fuiste. 

Tu felicidad se esfumó al ver el cuerpo de uno de tus antiguos sirvientes sin vida en el suelo, con un extraño encima de él. Por lo que pudiste deducir, habían peleado hasta la muerte. 

—Lo siento, lo tomaré prestado—Murmuraste al acercarte. Te agachaste a su altura, y entre tus manos agarraste el cuchillo del suelo y la pistola corta que estaba en el pantalón del sirviente.—Espero que sepan que sus vidas valieron algo—Les dijiste como despedida, como si decirles eso les calmara el alma. 

Mientras caminabas, mirabas el arma entre tus manos, asegurándote de que estaba en buen estado para ser usado. Te fijaste si tenía balas; seis. Las suficientes para defenderte en caso de que sea muy necesario, y en caso de que no puedas usarla, podías tener en mano el cuchillo, y bueno, también estabas entrenada, así que tan necesario no era, pero nunca sobra. 

Por instinto, te agachaste luego de haber oído unos pasos apurados viniendo hacia ti, sorprendiéndote al ver venir corriendo al chico que antes te había encerrado en aquella celda por órdenes de tu padre, mirando asustado a sus espaldas. 

Creíste que venía por ti, por eso te habías puesto en guardia, pero luego de que un hombre en traje haya aparecido desde la otra esquina del pasillo a las corridas, supiste que estaba huyendo de él. 

Te escondiste rápidamente en una pared, como si aquello fuese a ayudarte en algo, pero ambos ya te habían visto. 

—¡Tú, ayúdame!—Exclamó el chico, siendo callado por el otro hombre al tirarse encima de él para detenerlo. Ambos cayeron al suelo, y comenzaron a golpearse entre sí con tal de obtener la victoria y seguir con vida. 

—Mierda...—Maldijiste, sabiendo que tu mente no te dejaría en paz luego si no ibas y ayudabas al pobre chico. Rodaste los ojos luego de haber suspirado, dándote la vuelta para ir hasta ellos.—¡Suéltalo! 

Rei Suwa || Buddy DaddiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora