Capítulo 39

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Habías salido del edificio en el que vivías a duras penas, cansándote ni bien bajabas algunas escaleras para llegar a aquel ascensor, o directamente mareándote por haber estado caminando a rastras por los subordinados del padre de Rei que te habían venido a buscar. 

Un auto negro y lujoso se detuvo enfrente tuyo. La ventanilla del copiloto bajó lentamente, dejando ver a otro hombre de traje con cara intimidante (o que aparentaba serlo, ya que no daba tanto miedo que digamos) que le hizo una seña a los dos hombres que te habían ayudado (arrastrado) hasta ahí. 

—Maldita sea...—Murmuraste por lo bajo al rodar los ojos, ya que sentías que era algo (muy) innecesario gastar esa cantidad de personal para llevar a una casi muerta y adolorida mujer hasta la gran mansión Suwa. 

Uno de los hombres de abrió la puerta, y se te quedó viendo detrás de esos anteojos oscuros, como si estuviese tratando de intimidarte para que seas obediente con él. 

Alzaste una ceja y miraste a otro lado, soltando un fuerte y cansado suspiro que hizo sentir ofendidos a los hombres que prácticamente te vigilaban como si fueses el ladrón más buscado de todo el país. ¿Te hacía sentir importante? Sí, pero también era agotador. 

—Entra—Te ordenó uno de ellos con una voz algo forzada, casi fingiendo el tono rudo y profundo que usó. Apoyó una de sus manos en tu hombro y presionó con fuerza, sacándote un quejido por lo bajo y un fuerte dolor comenzó a esparcirse por tu pecho. Ardía, como la puta mierda, y ya te estaban dando ganas de maldecir hasta su maldita madr...

—Creo que ya sabes dónde deberías meterte la mano—Se escuchó detrás de ti, y ni siquiera tuviste que abrir los ojos como para saber que Rei estaba fulminando con la mirada al hombre que (esperemos que haya sido sin querer) había tocado y presionado la herida de bala que apenas estaba en proceso de curarse. 

La presión en tu hombro se liberó cuando Rei apretó con fuerza la muñeca del subordinado de su padre para apartarla de allí, y pese a que te seguía ardiendo, en cierta parte te alivió bastante. 

—No sé de qué sirve que sean los del escuadrón especial de mi padre si ni siquiera pueden tratar bien a una chica—Se quejó Rei por lo bajo, ayudándote a subir al auto de una manera tan gentil y caballerosa que dejó a los otros hombres con los ojos bien abiertos. 

Al sentarte dentro del auto, él te ayudó a abrocharte el cinturón para que no te lastime el pecho, aligerando un poco el elástico para que se te ajuste a la herida y no tengas que pasar dolor en todo el camino a la mansión. 

—Lo sentimos, señor Suwa—Dijo el compañero del hombre que te había lastimado. 

—No me interesa—Gruñó Rei con una voz ronca y profunda. Realmente le había molestado. Los dos hombres se estremecieron un poco antes de intercambiar unas miradas entre ellos.—Tu nombre—Soltó de la nada.

Uno de ellos pasó saliva por su garganta, aclarándose la garganta.

—¿El... el mío?

—Del que la lastimó—Dijo rápidamente al cerrar la puerta de tu lado después de darte una cálida mirada para calmarte. 

—Jean—Contestó el hombre con la voz ligeramente temblando.

—Bueno, Juan—Comenzó Rei, abriendo la puerta del copiloto del auto.—No me importa si viajas en moto, bicicleta o volando, pero aquí no vas a entrar—Se sentó en el asiento del copiloto y bajó la ventanilla de la puerta después de haberla cerrado.—¿Entendido? 

El hombre se inclinó ligeramente para llegar a verlo, con una ligera expresión de preocupación y miedo. Tragó saliva de nuevo, abriendo la boca para volver a hablar.

Rei Suwa || Buddy DaddiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora