Capítulo 29

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Le hiciste un puchero al chico, ya que el muy tonto no quería entrar a una cafetería para merendar algo esa misma tarde. No tenía que hacer nada, simplemente sentarse y esperar a que tú le pidas algo a la mesera para beber, hasta te habías ofrecido para pagar con tu propio dinero si ese era el problema, pero negaba. 

Quería ir a comer a casa. 

—Bien... voy y compro algo...—Renegaste, al fin teniendo una reacción positiva (casi invisible) por parte del pelinegro.—¡Pero la próxima salimos a cenar, y tú pagas!—Él asintió algo emocionado, guardando sus manos en sus bolsillos cuando le pediste que se quede allí parado mientras que tú ibas y comprabas algo dulce para la tarde. 

Él no estaba cuando saliste de la cafetería. 

—¿Rei?—Preguntaste al aire mientras mirabas hacia todos lados, tratando de encontrarlo. Frunciste el ceño confundida cuando lo viste saliendo de una tienda con una pequeña bolsa en su mano, caminando tranquilamente hasta ti con esa cara inexpresiva de siempre.—¿Dónde fuiste?—Cuestionaste con una ceja levantada al llegar a ti. 

Sacó de la bolsa de plástico una pequeña cajita color rojo, y te la tendió con la mirada apartada hacia otro lado, mostrando un leve sonrojo en sus mejillas. Ladeaste la cabeza hacia un lado, para después tomar la caja.

—¿Qué es?—Quisiste saber. Rei se encogió de hombros.

—Un regalo—Respondió. Levantaste la vista y te dedicaste a analizar un poco su comportamiento, comprobando que sí, estaba algo avergonzado. 

Abriste la caja, sacando de la misma un lindo anillo dorado simple, fino y elegante. Lo observaste unos segundos, y después de entregarle el paquete y el pastel que habías comprado antes a Rei para tener las manos libres, lo miraste antes de ponértelo. 

—Lo vi mientras veníamos para acá, y pensé que te gustaría uno—Comenzó a explicar cuando notó que no comentabas nada acerca del regalo, disimulando a la perfección el nerviosismo que sentía cuando vio que ponías tu mano a la altura de tu cara para ver cómo te quedaba.—¿Te... te gus..?—No alcanzó a terminar su pregunta, ya que habías estampado tus labios contra los de él luego de haberlo tomado del rostro, tomándolo por sorpresa. 

Rei apoyó sus manos en tu cintura después de unos segundos procesando lo que había pasado, cerrando sus ojos para disfrutar de tu tacto.

—¡Me encanta!—Exclamaste con una enorme sonrisa y un hermoso destello en tus ojos que dejó atontado al idiota de Rei. Lo abrazaste con fuerza, demostrando lo alegre que te había puesto aquello. 

—¿Vamos?—Preguntó luego de haberte admirado fijamente. Asentiste emocionada. 

Comenzaste a parlotear algunas tonterías que Rei escuchaba como si fuese el secreto más interesante de toda la historia, y disimuladamente, empezó a acercar su mano hacia la tuya, tratando de juntar el valor para tomarla para ir todo el camino así. Lo hizo luego de un rato intentando no perderse en sus nervios, girando a verte; estabas rojísima. 

Hacía frío a comparación de esa vez, y el piso en el que estabas ahora no ayudaba en nada, todo lo contrario; hacía que tus pies se congelen.  

Mirabas tu mano izquierda al recordar esa salida con Rei, sintiendo un vacío en tu pecho cuando veías ese lindo anillo que él te había regalado para tu dedo anular. Suspiraste pesadamente, para después sentarte con la espalda apoyada contra la pared al oír que alguien estaba entrando a la celda en la que te habían puesto. 

—Sobreviviste bastante—Dijo él al pararse frente a ti, casi como si se estuviese quejando de que siguieras viva. 

—No es como si fuese la primera vez estando en un lugar como este—Te encogiste de hombros.—¿Me van a matar ya o qué?—Cuestionaste molesta, a lo que tu padre solo soltó una risa. 

Rei Suwa || Buddy DaddiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora