Capítulo 1: Correo Indeseado

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Virginia

Lunes, o miércoles, o viernes, sinceramente no me acuerdo del día que
era porque todos los días eran iguales, aburridos y apagados. Abrí la
puerta de mi portal mientras sostenía varios documentos y cuadernos y
como siempre abrí el buzón del correo. Odiaba que se me acumulase
la propaganda en el buzón, por eso la sacaba todos los días. Lo que no
me esperaba era esa carta, ya que normalmente solo encontraba propaganda y basura, pero ese borroso día me llegó una decoradísima carta sin remitente a mi buzón. Al buzón de Virginia García, una simple reportera novata que se acababa de mudar a la ciudad de sus sueños, Madrid. Ansiosa de saber el contenido de ese sobre, subí corriendo las escaleras de mi edificio y llamé a mi mejor amiga, Marta (también parte de mi rutina diaria).

¿Quién le quiso mandar correo a una ingenua chica que solo se centraba en su trabajo? En verdad me daba igual, nada más estaba entusiasmada porque alguien me había enviado algo, A MÍ (así de aburrida era mi vida). De lo eufórica que me encontraba se me había caído el

móvil unas cuantas
veces intentando llamar a Marta.

—¡Marta! No te vas a creer que me acaba de pasar —anuncié
literalmente pegando saltos de alegría.

—A ver, ¿el qué?

—¡Adivina! —insistí.

—¿Has tenido un buen día en el trabajo? —me preguntó lo
primero que se le vino a la mente.

—No. Me ha llegado una carta —recité mientras enseñaba la
carta a la cámara.

—Ah, muy bonita —comentó irónicamente —. ¿Puedo
preguntar qué es?

—Lo abro y te lo digo. —Saqué un cuchillo de la cocina.
En cuanto abrí la carta, Marta no tardó mucho en fijarse en la
cara de angustia que yo tenía marcada.

—¡Pero dime qué pone! —protestó Marta, mi mejor amiga.

—¡Será mala persona! —me enfurecí queriendo romper la carta.

—¿Te acuerdas de Rubén?


—¿Tu ex? ¿El que conociste en la universidad?


—Pues se casa, ¿y sabes quién está invitada? Marta se echó a

reír y yo tiré la carta por los aires.

—Esta pringada —me auto respondí —. Marta Gómez, deja de

reírte y ayúdame.

—A ver, ¿cuánto queda para la boda?


—Un poco menos de un año, es el verano que viene, pero

necesitan la confirmación para marzo.

—Pues, se me ocurren dos ideas; o llevas a un familiar o...—Se dispuso a enseñarme una aplicación en la Appstore; un plan T.

 —¿Estás loca? ¿De verdad piensas que necesito descargarme aplicaciones de ese tipo? —agarré el móvil con todas mis fuerzas—. ¡Y mucho menos Tinder! ¿O no te acuerdas que hace varios meses cuando entraste en un correo falso y te robaron toda esa cantidad de dinero? —exageré la pregunta.

—Pero el amor... El amor es un sentimiento que ni los piratas ni las
estafas ni la mala conexión pueden evitar. A demás, si solo será tu
acompañante para la boda de Rubén, ¿qué importa el
amor en esa situación?

—Tampoco iré con un extraño que me duplique la edad. —Me
reí.

—Piénsatelo anda, te quiero. —Se desconectó de la llamada.

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