Virginia
Me encantaban esos largos baños relajantes en las enormes bañeras de los hoteles, justo como el que me acababa de tomar. ¿Una hora? ¿Puede que dos?
Salí del baño con el albornoz que dejaba el hotel y con el pelo suelto para que se secara con el buen tiempo que hacía. Me tiré en la cama espatarrada, Jaime estaba en la terraza y no se había dado cuenta de que ya había salido de la ducha, cuando volvió a entrar en la habitación, me vio tan tranquila que decidió arruinar mi paz y tranquilidad.
—¿Lista? En media hora salimos para el local.
—¿Al final vamos? ¿En media hora? ¿Y me lo dices ahora? —Una oleada de preguntas se lanzaron hacia Jaime, que no se le
ocurrió avisarme antes.
—Era una sorpresa, de todos modos, en treinta minutos te da
tiempo a arreglarte.
—¿Estás loco? ¿Piensas que hago magia?
—Sí, eres una princesa. —Mis mejillas se enrojecieron —.
Salgo de nuevo al balcón para que te puedas cambiar tranquila.
Me empecé a reír.
—Hemos dormido en la misma cama, he utilizado tu ropa, ya tengo la ropa interior puesta. Si crees que voy a ser tan cursi y tímida, mejor vete de la habitación y no vuelvas —bromeé. Ser demasiado directa con las personas con las cuales tenía mucha
confianza era uno de mis defectos, sí.
—Vale, vale, me quedo adentro, por mí no hay problema, ya ves... —Jaime se dio cuenta de que estaba empezando a cagarla
—. Mejor me callo, me siento aquí y te espero.
—Mejor, mejor... —le tiré el vestido que me iba a poner.
—¡Ah! ¡Que daño me has hecho! ¿Esto es lo que te vas a poner?
¡Qué monada! —Me tiró el vestido de vuelta.
—Muchas gracias.
Mi mandíbula cayó hasta el suelo cuando los dos entramos en ese lujurioso y aforado local. Las brillantes luces y extremadamente alta música hacían de la discoteca una galaxia distinta, por lo menos. Todas las personas que estaban bailando en la inmensa pista de baile parecían desconectar de todos sus problemas. Yo también quería, salvo que mi problema era estar enamorada de mi mejor amigo, que era tan cobarde como para confesarle mi amor por él y que sabía que Jaime no estaba enamorado de mí. Tenía dos opciones, o bailar hasta que mis problemas se acabasen o emborracharme y olvidar todo. Por intentar salvar mi dignidad, decidí que la primera idea que hiciese en la discoteca, no fuera probar el alcohol. Jaime parecía tener problemas más grandes que yo, en cambio, él decidió no beber ni una gota, toda la noche, sobreviviendo a base de
bebidas carbonatadas.
Aunque bebía algún que otro cubata, me centré en disfrutar la
espectacular música y de la compañía de Jaime.
La elección de música era bastante extraña, cada dos por tres el ambiente cambiaba, que si una canción lenta, que si una rápida. Me estaba cansando de la playlist, ¿qué significaba eso? Que era hora de acercarme a la barra de bebidas. Y no para tomar
refrescos.
—¿Qué te gustaría guapa? —preguntó el atractivo camarero.
—No lo sé, recomiéndame alguna bebida, eso sí, fuerte.
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El Plan T
Romance¿Qué harías tú si la persona que más has llegado a querer te invita a su boda? ¿Y si tu pareja corta contigo por mensaje? Esta es la historia de Virginia, una joven reportera que se muda a la gran ciudad después de terminar su carrera, y de Jaime, u...