Capítulo 25

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Jaime

Pasé el día de navidad comiendo con mi hermano y mi madre, paseando por la ciudad y disfrutando del presente. Nos regalamos detalles supercutres y tomamos pastel. Solo quedaban ocho días para empezar a trabajar. Me pasé el resto de las

vacaciones en casa, o en el parque, leyendo.

El día de nochevieja no fue muy diferente al resto de la semana, salvo por las uvas y otras cosas más sin importancia. No hable mucho con Virginia, hasta el 31, "Feliz año nuevo Vir, ¿qué tal en Toledo?" Y no hablamos mucho más.

Cuando empecé a trabajar no salía de mi oficina, escribiendo todo el día. Me hablaba más con Virginia porque estaba en Madrid, pero ella también había empezado a trabajar. No salía de mi habitación, solo para comer y ducharme. Tenía tantos

proyectos en mente que mi motivación quería empezarlos todos.

Enero pasó bastante rápido, quedé algunas veces con Virginia y terminé varios artículos y otras tareas. Sentía como perdía el

contacto con Virginia, y esa vez, la invité yo a mi casa. —¿Jaime? Ábreme por favor —le habló al telefonillo.

En cuanto le abrí, me abrazó, conoció a Alan por priemra vez y entró corriendo para husmear como era el piso donde vivía su mejor amigo.

—Espera, que te hago un house tour —rechisté—. Aquí está la cocina y el baño, si sigues recto está el cuarto de la colada y mi

oficina, este es el salón y recta al final, está mi dormitorio.

Virginia abrió con prisa la puerta de mi cuarto y para mi

sorpresa, se quedó alucinada.

—¡Qué ordenado todo! ¡Qué de libros! —se acercó a leer sus nombres. —¿Son tuyos? —agarró uno de los primeros libros que escribí cuando entré en la editorial. —¿Me puedo llevar este? —me hizo cara de pena.

—Vale, pero no puedes mirarme mal o... distinto cuando te lo

termines.

—Muchas gracias. Muchísimas gracias.

Nos quedamos en el salón viendo una película mientras comíamos palomitas. Una de las mejores tardes de mi vida, aparte de la que pasamos en barcas. Virginia me hacía sentir como en casa, aunque estuviese a 353 kilómetros , casa era donde ella estuviera. La película terminó bastante tarde, Vir se quedó dormida en mi hombro y la llevé hasta mi cama. Me activé una alarma en el móvil para despertarla y que no llegase

tarde al trabajo.

También caí rendido poco después de apagar mi móvil y

aroparla.

Cuando la alarma me despertó la apagué lo más rápido que pude para no intentar despertarla a ella. Me levanté y preparé café, seguidamente, la llamé.

—Vir, Vir, tienes que ir a trabajar —susurré en su oído. Se levantó rápidamente, pero la tranquilicé.—.Tranquila, tienes el desayuno en la mesa y tienes toallas y jabón por si te quieres

duchar.

—¿Vir? ¿Ahora me llamas así? —Fuimos a la cocina y la acompañé mientras se tomaba el desayuno. —Eres el mejor amigo que he podido tener. Gracias por esto, gracias por todo. —Me dio un beso en la mejilla y se fue a duchar. Yo también estaba agradecido por tenerla de amiga, sin complicaciones, sin amor, solo ella, yo y nuestra preciosa amistad.

Mientras que Virginia se duchaba, intenté buscar entre mi ropa algo que ella pudiese utilizar, ya que teníamos estructuras similares. Encontré un pantalón que ya no usaba y una camisa. Le dejé las prendas de ropa encima de mi mesa. Cuando salió, ni

siquiera me preguntó y se probó el conjunto.

—¿Qué tal me queda? —estaba guapísima.

—Te queda genial —admití.

—Ya te las devolveré en cuanto pueda.

—No hace falta, quédate las prendas.

Intentó echarme la broca, pero la acabé convenciendo. Antes de irse se peinó un poco el pelo y se despidió, antes de volver para dentro, esperé a que se marchase desde el balcón. Su caminar era perfecto, ella era perfecta. Pero solo mi amiga, incluso si tenía que forzar mis sentimientos con ella, aunque no quisiera, solo éramos amigos. Perder a Virginia por culpa del amor, como perdí a Beatriz, sería un error que nunca me hubiese perdonado. Por mucho sentimiento que hubiera, nuestra amistad era única y no quise que mis estúpidas emociones la estropeasen.

Después de recoger todo el desastre que formamos anoche, continué trabajando, hasta que se hizo de noche. Y decidí llamar a mi hermano, era el único que me podía ayudar.

—¡Jaime! ¿Qué tal estás? ¿Qué tal con tu mejor amiga Virginia? —No sé, creo que estoy enamorado. Pero no como lo estaba con Beatriz. Pienso que es una mala idea, que el amor solo es dañino, perjudicial para la cantidad de momentos buenos se viven comparados con los malos, no compensa. ¿Por qué nos enamoramos? ¿Por qué los humanos somos tan humanos?

—¿Mi hermano mayor se ha enamorado, y me está pidiendo

consejo? Sí que estás jodido, ¿no?

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