Capítulo 11: Chicks before dicks.

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Virginia

Aburrida en la oficina dando miles de vueltas con la silla, no paraba de pensar en lo estúpida que era y en lo mal que me fue con Carlos. Estaba abatida, solo escribía palabras y al instante las borraba, intentaba concentrarme, pero no lo conseguía.
Claudia estaba confundida al verme, ya que seguramente suponía que en la tarde anterior había tenido la mejor cita del mundo, pero por mi aspecto, pudo deducir que pasó todo lo
contrario.
—Que, ¿no te fue bien con Carlos?
—A lo mejor, si no me hubiese mentido, nos lo habríamos
pasado bien. —me quejé
—¿Te mintió? ¿Qué hizo?
—Supongamos que este es Carlos. —Le enseñé algunas fotos que tenía guardadas en mi galería—. Ves estas fotos, pues no es
él, este es su hermano.
—¡Ay pobre! Y cuando lo viste, te llevaste un chasco, ¿verdad? —me dio un abrazo.
—Tampoco era tan feo, fue la traición que hizo que mis ganas de
estar con él desaparecieran.
—No me extraña. ¿Hablas con alguno más?
—Sí, espero que me vaya mejor con alguno de ellos. —Guardé
el móvil e intenté escribir algo de nuevo.
La concentración duró una hora y poco, ya que se desconectó cuando noté que había recibido un mensaje de Erik. En realidad no me apetecía mucho seguir continuando el plan, pero solo con imaginarme en medio de la boda de Rubén, sola, se me quitaban las ganas. Nos estuvimos escribiendo bastante mientras terminaba mi jornada laboral, y media hora antes de irme a mi casa, encendí el móvil por última vez para leer el mensaje más
reciente que me había escrito.
"Cuando termines, deja tus cosas en casa y quedamos en
Gran Vía, nos vamos de compras."
Se me iluminó la cara de un instante y una sonrisa se formó.
Empecé a recoger con rapidez y escuché a Claudia decir:
—¿Ya tienes otra cita, ¿no? —Se giró —. Déjame ver.
Le mostré las fotos que Erik tenía puestas en su página principal de Tinder.
—Pues sí que es guapo—. Se empezó a reír—. ¡Suerte!
Salí por la puerta corriendo e intenté llegar a casa lo más
temprano posible.
Llegué con tanta prisa a mi casa que ni siquiera llamé a Marta, solo le dejé un mensaje que decía: Cita sorpresa con Erik, luego te cuento. Y fui corriendo al baño, me lavé la cara, me apliqué un poco de máscara de pestañas y perfume.
Antes de salir de casa, le escribí un mensaje a él: Saliendo. Me guardé el móvil en el bolso y fui a la parada de metro. Encontré un sitió y vi que me llegó otro mensaje de Erik: Estoy en la
puerta del Zara. Cazadora vaquera y sweat pants grises.
Al segundo que las puertas del metro se abriesen en la parada correspondiente, salí corriendo y busqué la tienda donde Erik
estaba, le vi y le abracé al instante.
—Un beso, ¿no? —Me giró y pensé que me daría dos besos en
las mejillas, pero no, me lo dio en la boca.
Mis mejillas se enrojecieron al instante y estaba desconcertada. Aunque hubiésemos hablado por Tinder, era bastante extraño que me diese un beso nada más verme. Según la expresión
corporal de Erik, él estaba totalmente tranquilo, probablemente, siempre besaba a sus citas en Tinder, al parecer.
Pasamos varias horas comprando ropa y maquillaje por toda la Gran Vía, no hacía frío, flotaban varias nubes por el cielo, y sobre nosotros, el mejor atardecer de todo el otoño (y solo estaba empezando). Me acompañó a casa de la mano, y con la
otra, aguantaba todas las bolsas de ropa que me había comprado.
Llegamos a mi puerta, me alcanzó las bolsas y las puse en el
suelo. Abrí la puerta de mi casa.
—Gracias por una de las mejor citas que he tenido en la vida.
—le susurré en el oído y le besé.
—Todo un placer para mí —. Volvió a besarme.
La duración del beso se sentía eterna y Erik no paraba de
manosearme, aunque yo le apartara las manos de mi cuerpo.
—No te preocupes, tú confía en mí —. Empezó a restregarse.
—Es que hoy no me apetece. —confesé en un tono de voz
inferior al suyo, avergonzada—. Estoy cansada.
—¿Estás cansada para follar conmigo, pero para gastarte mi
dinero no? —Se quejó —. Uno rapidito por favor.
—Que no.
—Después de haberte pagado todo, merezco una recompensa.
—Vamos a ver, ¡que no! —Le empujé con todas mis fuerzas. —Toma, todas tus bolsas. Quédate tu dinero y tu ropa. —Le
entregué sus bolsas —. Ahora por favor vete.
Abrí la puerta, salió y cerré de inmediato. Comencé a llorar y
llamé a Marta entre lágrimas, rimel corrido y mi corazón a mil.
—Marta —pude mencionar entre lágrimas.
—Virginia, cariño, ¿qué te ha pasado? —me preguntó al ver lo
nerviosa que me encontraba.
—Erik, me-me-me ha empezado a besar y yo... —me constaba
hablar.
—No te preocupes, ve despacio. —su voz me tranquilizaba.
—Erik, me ha empezado a besar y quería más, pero yo no
y-y-y...—me costaba hablar —. Hemos acabado peleados.
—No te preocupes, por él. ¿Tú estás bien?
—Sí, ya estoy mejor. Gracias por cogerme.
—Siempre Virginia, siempre.
—Te amo Marta. —Me sequé las lágrimas con las mangas de mi sudadera —. Te cuelgo, me ducho y me voy a dormir. ¿Vale
guapa?
—Claro, no te preocupes. Te quiero.
Entré a la ducha para poder relajarme, escogí una música tranquila y el agua fría. Me senté en la base y dejé que la helada agua me cayera hasta congelara las puntas de mis pies. Cuando sentí que mi cuerpo no podía más, giré el grifo hacia el lado de agua caliente y me levanté. Termine de aclararme y salí. Me puse el pijama y me di cuenta de lo tarde que era, apagué todas
las luces, eliminé a Erik de todas mis redes sociales y me dormí.
***
Cuando me desperté, me costaba bastante mover cualquier músculo, así que llamé al trabajo y alerté que iba a faltar al trabajo. Estuve toda la mañana en la cama y cuando finalmente me pude levantar, comí algo y trabajé unos treinta minutos. Terminé de escribir la introducción de mi reportaje y eran las cinco de la tarde. Recogí mi apartamento levemente y paré al escuchar el timbre. Agarré la silla más cercana que tenía y me
asome a la mirilla. ¿Claudia? Abrí la puerta.
—¡Claudia! ¿Qué tal cariño? —Le di dos besos.
—Muy bien, ¿y tú?
—También bien, ¿quieres entrar?
—Si no te importa... —Entró, se sentó en el sofá a mi lado y después de unos segundos de silencio, preguntó. —¿Por qué has
faltado al trabajo hoy? ¿Te pasó algo con Erik?
Me quedé callada por unos instantes y me di cuenta de que no valía la pena engañar a Claudia, ella de todos modos vino a mi apartamento porque sospechaba.
—Pues sí, después de una fantástica tarde paseando por Madrid, su actitud cambió de la nada, empezó a actuar violentamente cuando le comenté que no quería tener sexo con él. Me negué bastante, pero él insistió tanto que le tuve que empujar hacia la puerta. Tras ese momento, mi cuerpo no paraba de tiritar, comencé a llorar y esta mañana, cuando he despertado, no tenía
fuerzas para nada.
Claudia no dijo nada, solo se acercó y me dio un abrazo, uno de esos que te hacían sentir verano en pleno invierno, uno lleno de amor y preocupación.
Estuvimos unas horas hablando y tomando café, se marchó sobre las siete, me duché y me quede dormida en el sofá viendo
mi programa favorito.
Después de hablar con Marta y que me convenciera para salir de fiesta, me dirigí a la ducha. No por razones higiénicas (que también son importantes) sino para pensar, en positivo, para meditar y concienciarme de que todo iba a salir bien. Salí bastante más aliviada y centrada en mí misma. Abrí el armario llena de energía y empecé a buscar conjuntos y vestidos fiesteros para ponerme.

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