Capítulo 2: Mal de amores

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Estaba muy entusiasmado y nervioso a la vez, por fin había llegado el día, la presentación de mi nuevo libro.

***

—Muchísimas gracias a todos por venir, gracias a mi familia, y a nuestra pequeña editorial, que a pesar de su tamaño, está llena de apoyo y esperanzas los cuales me han ayudado a escribir este libro. Y ahora, os leeré un fragmento. —Estaba temblando, había bastante más público que en la última presentación. A pesar de que la editorial de mis padres no fuese muy conocida, había una cantidad enorme de gente.

Estoy seguro de que ni toda la prosa y lírica junta escrita, puede describir lo serena, pero majestuosa que es tu belleza.

Y luego estoy yo, que a pesar de saber lo inexplicablemente perfecta que eres, lo voy a intentar describir, con palabras, que al lado tuyo, son literalmente nada.

Bueno, mejor que describir, desear. No sabes cuanto deseo poder convertirme en tu espejo para poder verte constantemente, y aunque me convirtiese en tu espejo, sé que este no puede captar toda la magia de la cual estás hecha.

Los hechos suceden inapelablemente y nos encontramos de pronto,

como por arte de magia,

en medio de algo que jamás imaginamos.

Baudelaire decía que todo aquello que nos parece natural puede tender de pronto hacia lo sobrehumano. Los embelesos del arte no requieren otra explicación, operan sobre los sentidos más allá de toda voluntad humana.

Eso sí, no desearía tanto ser el océano enamorado, ya que, por supuesto, nadie me prestaría atención si tú estás a mi lado. Porque tus ojos claros deslumbran más cuando sonríes sin amparo.

Ojalá ser el odio y la mentira para poder desaparecer de tu boca cada vez que ignoras tu belleza. Y ojalá ser un oculista, para poder regalarte unas buenas gafas.

También me gustaría ser tu perfume, para viajar constantemente por tu cuello, y ser tu risa, para ser capaz de hacerte feliz, como nadie lo haya hecho.

Ser el sol para poder amanecer cada vez que te veo, o el cielo, para mostrarme morado cada vez que me sonrías.

O ser un libro o una canción, para ponerte la piel de gallina con dos versos apasionados, y poder dedicártelos, de hecho, te dedicaría todas las canciones cantadas, y las que quedan por cantar.

Si yo fuera un pequeño gorrión, piaría a la vera de tu ventana para enamorarte con mi melodía.

Desearía ser el chico del cual estás enamorada, o alguno mejor que te trate como te mereces, para poder cuidar de tu afortunado corazón, que palpita en el cuerpo más bonito de todos.

Muchas cosas desearía, para que te vieses tan guapa como lo eres verdaderamente, la mujer más hermosa de todo el universo.

E incluso el universo es afortunado de tenerte, y te confirmo que te lo agradece. Y por muchas lunas que haya a tu alrededor, una estrella como tú, no necesita a ninguna, porque brillas fantásticamente bien por ti sola.

—Este libro está dedicado a la persona que más quiero con todo el corazón, a mi novia Beatriz que esperemos... —Una notificación de mi móvil interrumpe mi discurso.

—No lo entiendo, te lo juro, ¿qué he podido hacer?

¿Tan mal novio fui para que cortase conmigo después de tantos meses? —Me sequé las lágrimas de dolor y tristeza que mis ojos expresaban.

—No llevabais mucho, pero es verdad que duele. Tú no te preocupes, eres guapísimo, no hay un rubio con ojos verdes tan guapo como tú en todo Madrid. —Me intentó consolar mi hermano Fran con suaves toques en la cabeza, como si fuese un
perro, la delicadeza no era uno de sus puntos fuertes.

—Claro que me duele, de hecho, es el mensaje más doloroso que he
recibido nunca —exageré.

—Ese dolor que sientes es dolor de primerizo. —Me agarró el hombro
en forma de afecto —. Bea era tu primera novia, nunca antes habías sentido a tu corazón romperse por amor.—No te pongas poético ahora. —Me sacó una sonrisa.

—No me pongo poético, soy realista. —Me miró fijamente a los ojos

—Ya sé que tienes que hacer para olvidarte de Beatriz,
hermanito.

—¿Hermanito? Te recuerdo que soy mayor que tú, aunque seas
más alto. —Le empujé suavemente hacia atrás —. ¿El qué?

Fran no dudó en sacar su móvil del bolsillo y buscar una
aplicación, estuvo unos segundos, pero no la encontró.
—Oye Siri, abre Tinder.

—¿Tinder? ¿Estás loco? —Mis ojos se abrieron como platos.

—¿Otra vez? No soy loco, soy R-E-A-L-I-S-T-A —deletreó. —¿Qué
hay de real en Tinder?

—Que tienes al alcance de tu mano miles de chicas, y cientos, cerca
de tu zona. Solamente tienes que deslizar.

—¿Para qué quiero volver a enamorarme? —me quejé —.¿Para
volver a romperme el corazón?

—¿Quién dijo amor? Tinder se basa en el sexo.

—Eres un cerdo. —Le solté y le quité el dispositivo de las
manos, lo tiré a la mesa del bar donde nos encontrábamos.

—Allá tú, pero que sepas que tengo razón. —Se guardó el móvil en el
bolsillo—. Piénsatelo anda. —Terminamos de guardar todas las sillas del público que había asistido a mi presentación.

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