Capítulo 7: Resultados.

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Virginia

Estaba tan centrada en mi reportaje que no levanté el móvil ni para ver la hora, y en cuanto lo levanté, vi ciento y la madre de notificaciones de Tinder: mensajes, me gustas y comentarios de varios hombres, los cuales no esperaba haber llamado su atención. Me tomé la libertad de darme un descanso para responder de vuelta y relacionarme con ellos. Claudia vio mi
cara de ilusión al ver que el plan T estaba funcionando.

—¿Has ganado la lotería? Porque tienes una cara de ilusión
como la de mi hijo en navidad.

—No, bueno, he ganado la lotería, pero en hombres. Mira todo
esto. —Le enseñé mi pantalla.

—Qué suerte que no estés casada, que no digo que sea malo,
pero que envidia.

—¿Envidia de mi situación o de que estoy ligando por
desesperación?

—Si lo pones así... —Nos empezamos a reír las dos—. Bueno,
te dejo con tus ligues, yo ya me voy.

—Buenas tardes, Claudia. —me despedí.

Unos minutos después continué trabajando, tanto que iban a
cerrar las oficinas y tuve que guardar todo corriendo y salir.
Llegué a casa y me surgió la necesidad de crear listas —esta vez, en papel—, con cada uno de los hombres, sus ventajas y
desventajas, por orden de cercanía.

—Eres una maniática, no sé como somos amigas con todo el
desorden que existe en mi vida.

—Marta, Marta, Marta. Somos como el yin y el yang. ¿No lo sabías? Por eso somos tan buenas amigas, bueno, ¿te los puedo
leer?

—Por supuesto que lo sé, incluso viviendo tan lejos lo sé. Anda,
léeme tu querida lista.

—Vale, el primero se llama Carlos, tiene veintitrés años, vive aquí en Madrid y por lo que hemos hablado es bastante agradable, solo que sus fotos no me convencen del todo, y es guapo y todo, pero no sé, se ven muy formales. Después está Erik, un chico más joven que yo, tiene veinte, vive a las afueras y es bastante directo. Pablo, Marcos y David viven en
Barcelona, así que por ahora están descalificados, pero los tres son bastante majos y buenos para la vista.

—¿Ni tan mal, no? ¿Vas a quedar con alguno de ellos?

—A lo mejor, pero por ahora no.

—Muy bien, esta Virginia me va a gustar y todo —bromeó.

—Tengo que encontrar al candidato perfecto.

—Que exquisita hija, por algo eres Miss Perfecta.

—Lo siento Miss desordenada —me defendí—. Te dejó que voy
a recoger, ducharme y dormir.

—Adiós Miss Perfecta.

—Buenas noches, Miss desordenada

Me encantaba la amistad que tenía con Marta, aunque nos conocíamos desde que las dos entramos nuevas en nuestro primer año de instituto, cada día conocía una parte más de ella. Me dio muchísima pena que se fuera a vivir tan lejos, pero desde que la conocía, entrar en esa escuela de arte en Nueva York, era su sueño, y cuando lo cumplió, supe que merecía la pena que se
fuera tan lejos.

Mientras me duchaba, como todos los días, empecé a recapacitar. ¿Era eso una buena idea? ¿Era ético acaso? ¿Qué pasaría si no funcionaba el plan T? Gracias al agua fría de la ducha me pude relajar un poco para poder irme a dormir a la cama tranquila. Pero tampoco lo hice, por alguna razón mi
instinto no me dejaba. Al paso de las horas, me dormí.

El Plan TDonde viven las historias. Descúbrelo ahora