Capítulo 17:Malditos hermanos.

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Jaime

Quedaba un mes ya algo para nadvidad y tras haber perdido toda la esperanza en poder encontrar a alguna mujer tan perfecta como Bea, asumí que nadie podía ser como ella, empezar a trabajar, a escribir, a apuntar todas las emociones que había sentido recientemente y ver que podía hacer con ellas. Y como solía estar pegado al ordenador hasta tarde, me tranquilizaba

bastante escribir, por eso era mi oficio.

Y como todos, ese día también cené tarde. Abrí la nevera y busqué cualquier resto de comida que tuviese, odiaba cocinar por las noches. Estaba leyendo desde mi móvil las últimas noticias, siempre me gustaba estar actualizado. Dejé el móvil en la encimera mientras me echaba un vaso de leche, que se me acabó derramando cuando me asusté al haber recibido una

notificación.

Después de limpiar todo el estropicio que maché, levanté el

móvil para ver que había pasado.

"Tu match, Virginia ha empezado una conversación contigo"

Mis ojos se abrieron como platos y me dirigí directamente al

chat con Fran.

—Hermanito, ¿tú te acuerdas a cuanta gente le di me gusta en

Tinder? —pregunté ofendido.

—¿A Laura y a quién más? —estaba confundido.

—A nadie. ¿Tú no habrás utilizado mi Tinder para nada verdad? —Desde pequeño, a Fran se le daba muy mal mentir.

—¿Yo? —se ofendió.—. Vale, lo siento. Estaba muy preocupado

por ti.

—¡Fran! Muchas gracias por preocuparte por mí, pero ahora hemos malgastado el tiempo de... —Miré de nuevo la

notificación de Tinderl. —Virginia.

—¿Por qué malgastado?

—No existe una mujer tan perfecta como Bea, no voy a

desaprovechar mi tiempo, ni el de esta pobre mujer.

—Ni tú, ni Beatriz, ni nadie somos perfectos. No exageres,

inténtalo. Parece buena chica.

—Fran, no me hace ningun agracia.

—Solo piénsalo. ¡Ni el corazón es perfecto! —Apagué el móvil

con furia.

Me tiré en la cama y reflexioné lo que Fran me había intentado explicar, sabía que en el fondo (muy fondo) tenía razón. Suspiré una vez, y aunque me doliese un poquito, abrí Tinder, la

conversación que esa tal Virginia había creado y contesté.

"Buenas noches, Virginia, pues muy bien. ¿Qué tal tú?"

Escribí, rápidamente y sin pensar le presioné el botón de enviar y apagué el móvil. Estuve pensando en la próxima respuesta de Virginia hasta que cerré los ojos. Puede que al fin y al cabo, la idea de Fran no tuviera tan mala pinta. Y puede que hiciera buenas migas con Virginia, que amigos no vienen mal de vez en cuando.

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