Jaime
No quería llegar al restaurante, quería escaparme con ella, al fin del mundo, y besarla hasta que no nos quedase tiempo, pero no lo hice, y conducí hasta el restaurante, uno de pijos, muy elegante y todo, absolutamente todo estaba a juego. Eso sí, la comida también era de gente de clase alta, unos platos enormes con una cantidad de comida minúscula.
Bailamos algunas canciones antes y después del gran vals, bailar con Virginia era un sentimiento inexplicable, me sentía tan a gusto conmigo mismo y con ella, era especial, magnífico,
saltaban chispas, era perfecto.
Virginia fue a hablar con la novia, y mientras, fui a felicitar a Rubén.
—Enhorabuena, Rubén, espero que seáis muy felices juntos.
—Muchísimas gracias, te deseo lo mejor con Virginia también. —¡Ja! Ojalá, pero gracias. —Se me escaparon ciertas palabras que no debieron escaparse.
—¿Ojalá? Miraros, sois perfectos, vosotros sí sois dos piezas de
un puzle y encajáis a la perfección.
—Sí, lo sé, pero por ahora somos amigos.
—¿Cómo? ¿No estáis saliendo?
—No, todavía no tengo el coraje como para salir con ella.
—Sí, sí que lo tienes Jaime, solo tienes que ser valiente y
sacarlo, yo sé que lo tienes.
Esa frase me dejó pensando, ¿y sí de una vez por todas cruzaba esa línea que me había creado en mi cabeza y le pedía salir? ¿Y
si lo arruinaba todo? ¿Y si me rechazaba?
—¿Y cómo lo hago? ¿Cómo lo hiciste tú?
—Bueno, nos conocimos porque trabajamos en la misma emoresa y a los dos nos ofrecieron trabajo en el mismo sector, acabamos coincidiendo bastante, le pedi salir en un restaurante, y matrimonio en el mismo, en la misma mesa y fecha. Fue todo
una sorpresa.
—¡Qué suerte! Se me dan fatal las sorpresas. —Nos reímos los
dos.
—Sí, pero me han contado que no sete da tan mal escribir,
¿verdad? Jaime, conozco a Virginia y ahora sé que eres un hombre espectacular, lánzate, eres escritor de novela romántica
¿y no crees en el amor?
—¿Tú de verdad crees que es una buena idea?
Al fin y al cabo me di cuenta de que Rubén no era tan mal chico como me lo había imaginado. La conversación que tuvimos me hizo pensar mucho, ¿no pasaba nada malo si pensaba como un personaje de alguna de mis novelas, no? ¿Qué gracia tenía
escribir libros si al final no aprendes nada de ellos?
Virginia se acercó a mi riéndose.
—¿Has hecho buenas migas con Rubén, no?
—La verdad es que sí, me lo imaginaba más cruel, no sé por
qué.
—¿Y cómo es en realidad?
—Pues no sé, pero he notado lo amable que era, y lo empático
que era, de verdad espero que duren muchos años.
—Pues me alegro de que os hayáis hecho tan buenos amigos.
—No estarás enfada, ¿no?
—No, únicamente me parece irónico que mi ex y mi mejor
amigo se lleven tan bien.
¿Mejor amigo? ¿Así era como me veía? Posiblemente, Rubén no tuviera la razón del todo, y a fina de cuentas, era mejor vivir al
margen de la realidad.
—Bueno, la de vueltas que da la vida... Tú y yo nos conocimos gracias a una aplicación de citas, por culpa de que Rubén te
invito a su boda, ¿eso no es irónico?
—Sí, pero irónico ficticiamente, lo nuestro en la vida real no suele pasar, ¿quién nos diría que encontraríamos a nuestra media naranja en Tinder?
—Ya, eso sí que da risa.
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El Plan T
Romance¿Qué harías tú si la persona que más has llegado a querer te invita a su boda? ¿Y si tu pareja corta contigo por mensaje? Esta es la historia de Virginia, una joven reportera que se muda a la gran ciudad después de terminar su carrera, y de Jaime, u...