Capítulo 38

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Virginia

A medida que nos íbamos acercando, más me replanteaba que hacíamos allí, no había reconocido a nadie, hasta que Rubén me reconoció. Tenía una actitud demasiado positiva a la que me había imaginado.

—¡Virginia! ¿Qué tal? —Me dio un inesperado abrazo—. ¡Qué de tiempo! ¡Y qué guapa! ¿Y este hombre quién es? —me

preguntó mirando a Jaime.

—Su pareja, encantado, Jaime. ¿Tú eres Rubén, verdad? —Mis

ojos se abrieron tanto como los de Rubén.

—Wow, Virginia, y pensé que nunca volverías a tener pareja.

—Bueno, tú te vas a casar, ¿no? —Una de las risas más falsas

que he reído salió por mi boca. Seguimos caminando.

—¿Y saliste con él? —preguntó Jaime irónicamente.

—Lo sé, ¿cómo pude? No lo sé. Pero bueno, como ahora estoy

saliendo contigo... —señalé entre comillas, bromeando.

—Lo siento, pero desde que te saludó, no pude callarme, no lo vuelvo a decir nunca. Perdón. —La broma no le hizo mucha

gracia a Jaime.

Todos los invitados entramos a la iglesia, nos sentamos mientras esperábamos a la novia. En cuanto empezó a sonar la "Marcha Nupcial", todos nos levantamos y ella entró. Estaba divina, era bastante guapa, y el maquillaje que le habían puesto, resaltaba sus facciones más perfectas. El vestido con escote de corazón que había escogido le quedaba sensacional. Y por un momento pensé: Sí que le hizo bien a Rubén cortar conmigo, ahora que se va a casar con una mujer el tripe de guapa que yo. Espero que estén enamorados de verdad y disfruten de su amor por lo todo

lo que les queda de vida.

La misa fue preciosa, tenían cada uno unos votos preciosos

preparados, y llegó la mítica pregunta

—Quien tenga algo que decir que hable ahora o calle para

siempre.

Ningún invitado dijo nada, no obstante, antes de que el cura

continuase, alguien le interujo.

—Yo, no puedo, lo siento, pero... —La voz de Rubén rompió el

momento —. Virginia, yo te quiero a ti.

No tuve otra reacción que darle la mano a Jaime, estaba muy nerviosa y notaba las miradas de todos los invitados en mí. ¿Y qué hice? Me levanté, pero no para huir con él, solo le hice

entrar en razón.

—Rubén, no me quieres, míranos, hace años que no nos hablamos, somos dos piezas de un puzle que no encajan, pero que en su momento sí lo hicieron. Estás tan emocionado de esto, de verme, de casarte, que tu mente está muy nublada. Y conociéndote, sé que la amas con todo tu corazón, al menos, el Rubén que yo conocí, la amaría con todo su corazón, y muy fuerte, y mírala, mírate, estáis hechos el uno para el otro, solo

respira y cásate con la mujer de tu vida.

Él me abrazó, volvió al altar, pero antes me dijo: —Gracias Virginia, por estar aquí, por no odiarme a pesar de como acabé

las cosas, de hacer que no me rinda, gracias.

Después de esuchar los "sí quiero" y ver el gran beso, nos dirijimos al restaurante de celebración. Y en el coche, tuve la conversación más graciosa con Jaime que nunca habíamos

tenido.

—En nuestra boda, no me dejes hacer eso, ¿vale? —Su sonrisa me enamoraba cada vez más.

—Claro que no te dejaré hacerlo, mi príncipe azul, ¿a caso estás loco? —Me reí, y esta vez,una risa verdadera, una con arrugas

alrededor de los ojos.

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