Virginia
El cielo estaba manchado por varias nubes que eran acompañadas por el silbido de los pájaros y el olor del azahar de los naranjos de mi portal. Iba a ser un buen día.
Salí a hacer algunos recados y volví a la cama.
—¡Marta! Buenos días. —La felicidad inundaba mis 50 m² de
vivienda.
—Estás demasiado contenta, algo tramas... —me conocía a la
perfección.
—¿Y el buenos días?
—Buenos días, Virginia, ¿qué tramas?
—Pues que voy a quedar con Jaime esta tarde.
—¿El de Tinder?
—Sí, es majísimo y bastante guapo.
—Me alegro por ti. ¿Sabe Jaime que es el acompañante de
Virginia para la boda de su ex?
—Todavía no lo sabe, si esta tarde surge el tema, te prometo que
se lo digo.
Almorcé y me duché, y mientras escogía que ponerme, me llegó
un mensaje de Jaime:
¿Tu dirección cuál es? Nunca aclaramos donde quedar, acabo de
salir de mi casa y no sé a donde ir.
Y se la mandé, y me di cuenta de que eso significaba que estaba llegando a mi casa. Me vestí con mi conjunto básico de vaqueros, camiseta blanca y deportivas casuales blancas también. Me dio tiempo de ponerme algo de pintalabios y
máscara de pestañas antes de que tocara el telefonillo.
—En dos minutos bajo.
Me peiné ligeramente y cogí el único bolso que tenía a mano —ya que todos los demás estaban apliados al fondo de mi armario—.
Ínterin bajaba en el ascensor, me retoqué un poco la camisa y revisé el aliento. Cuando las puertas se abrieron, me topé con un hombre apoyado en la pared de mi portal.
—¡Jaime! —Le di dos besos en las mejillas.
—¿Qué tal Virginia?
—Muy bien. —Me fijé en sus ojos verdosos y bueno...
—¿Tienes gafas? —me empecé a reír.
—Sí, ¿te molestan?
—No, solo que no te imaginaba con ellas. —sonreí.—¿Dónde vamos?
—Pues no lo sé, ¿dónde te gustaría ir?
—¿A tomar un café o a dar un paseo?—sugerí.
—Vale, pues caminamos y cuando veamos una cafetería
interesante, entramos. ¿Te parece buen plan?
—Perfecto. —salimos de mi portal.
Estuvimos paseando varias manzanas hasta que llegamos cerca de la plaza Mayor, me di cuenta de lo adyacente que estábamos al retiro, y le ofrecí entrar y pasear por allí. Yo nunca había entrado en el parque, entre que solo llevaba unos meses en la
ciudad y no había parado, nunca tuve la oportunidad.
—¿Hay barcas? ¡Qué guay! —siempre fui una chica amante de actividades acuáticas, pero al ver la reacción de Jaime, cambié de opinión —. No te preocupes, es que nunca he estado aquí y
que ilusión, ya vendré otro día.
—¿Lo dices por mí? A mí me da igual, no te cortes —se opuso
velozmente.
—¿Has visto tu cara? No entramos y ya.
—Me niego, ahora entramos.
Estuvimos haciendo cola por quince casi vente minutos y por fin pudimos montarnos en una.
—Siento la proximidad, pero, ¿le tienes miedo al agua? Si
quieres nos bajamos.
—No, solamente estoy un poco mareado.
Estuvimos remando viendo como atardecía, me encantaban los atardeceres de esas semanas, el paso del otoño al invierno me encantaba.
Se nos acabó la conversación y remamos sobre el agua helada varios minutos más, hasta que dejamos de remar al mismo tiempo y la barca volcó, nos caímos al gélido Estanque Grande
del Retiro.
—¡Mierda, el agua está helada! —me quejé.
Con ayuda pudimos salir sin hacernos daño, nuestros cuerpos no aguantaban mucho más, y una vez afuera me di cuenta de lo mal que lo estaba pasando Jaime. Lo abracé, nos tumbamos en el césped a ver los últimos rayos de sol. Su corazón palptaba
acelerado, puse mi mano en él.
—Lo siento, sabía que no era una buena idea.
—El agua ha sido algo que desde pequeño me ha dado un poco
de miedo.
Me callé, sabía que si preguntaba las cosas empeorarían más de lo que están. Decidimos volver a mi casa, hacía bastante viento y aunque pasamos frío, nuestra ropa se secó antes de llegar. Un silencio incómodo acompañaba a nuestros ligeros y largos pasos. Enfrente de mi portal nos despedimos.
—Te pido perdón de todo corazón Jaime, y espero que
quedemos más veces.
—Me has caído bastante bien Virginia, y no te preocupes porque los accidentes siempre pasan, siempre tendremos este recuerdo de como empezó nuestra bonita amistad, porque seguro que la tenemos.
Nos dimos un abrazo, él se subió a su moto y me saludó subido a ella cuando yo cerraba la puerta. En cuanto entré, tiré mi bolso al suelo, me cambié y me tumbé en la cama, ¿cómo habían pasado tantas cosas en un día? ¿Le dije algo a Jaime para que se pusiera así? ¿Tenía yo la culpa? De la emoción, o agobio, o estrés empecé a llorar, me sentía mal por él, al menos sabía que quería ser mi amiga. Todavía no le dije lo de la boda, pero no era importante. Él era importante. ¿Cómo alguien que has conocido en nada puede trasmitir una confianza de años?
ESTÁS LEYENDO
El Plan T
Romance¿Qué harías tú si la persona que más has llegado a querer te invita a su boda? ¿Y si tu pareja corta contigo por mensaje? Esta es la historia de Virginia, una joven reportera que se muda a la gran ciudad después de terminar su carrera, y de Jaime, u...