Jaime
Estaba esperando con ilusión que Fran llegase para
agradecerle...
—¡Fran!—escuché la puerta de la oficina abrirse—. Muchas gracias por ser el mejor hermano del mundo y por conocerme tan bien. Aunque hayamos pasado la mayoría de nuestras vidas separadas. Quiero que me perdones y muchas gracias.
—¡Jaime! Mucha información al mismo tiempo. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
—¿Te acuerdas de Virginia? ¿Y de qué me enfadé contigo? Pues te pido perdón. Virginia es una mujer majísima. Hemos hablado
ya bastante, es una chica espectacular.
—Me alegro mucho por ti. Y también te quiero hermanito.
—¿Te cuento cosas de ella? Tiene una vida superinteresante y
su trabajo me apasiona. ¿De qué crees que trabaja?
—No tengo ni la más mínima idea.
—Bueno, ¡es reportera! Trabaja en un barrio cercano de mi casa, a unos quince minutos de allí. ¿No es genial? Supongo que nos haremos grandes amigos.
Fran se fue para su casa, yo me quedé en la oficina el último para cerrarla. Al llegar a casa, me quedé despierto hablando con
Virginia. Sentía que podíamos llegar a ser grandes amigos. Aunque en ese momento las relaciones y compromisos me
aterrorizaran, Virginia hacía que nada de eso me diese miedo.
Estuve unos minutos mirando el móvil escrito con un mensaje listo para mandárselo a Virginia, pero no podía, aunque hubiese comprobado la ortografía veinte veces y haya cambiado varias palabras, tenía miedo o vergüenza por mandarlo. Al cabo de unos minutos pensé lo bien que lo íbamos a pasar si le daba a enviar, y eso fue lo que hice. Contuve la respiración por unos
segundos y presioné enviar.
—Mañana tienes libre, ¿no? ¿Te apetece quedar para tomar algo
o pasear (o lo que tú quieras realmente...)?
—Claro que me apetece, pero si no te importa, ¿podríamos hacer videollamada? Es que uno de los chicos que conocí, me mintió,
después las fotos no eran suyas... Un lío vamos.
—Por supuesto, dame cinco minutos y te llamo.
Apagué el móvil, me lavé los dientes y me peiné mi tupé rubio
desenfadadamente con las manos.
Observé que estaba en línea y la llamé.
—¡Hola Jaime! Buenas noches.
—Buenas noches, Virginia. —su larga melena pelirroja recogida en una preciosa trenza contrastaba con sus ojos oscuros, "del negro de un mejillón son sus ojos en su punto de sal." Como la canción favorita de mi padre, y una de las que más me gustan
—. ¿Qué tal estás?
—Aquí en la cama terminando de retocar mi último reportaje
para que mañana no tenga que hacer nada.
—¿De qué se trata el reportaje?
—Acorde con la época, el reportaje muestra la producción,
fabricación y comercialización de las castañas.
—Fascinante.
—No sabes lo que te agradezco que hayas podido hacer
videollamada. Muchas gracias, de verdad.
—¿Qué te pasó? Si no te importa contármelo claro.
—Pues Tinder, que es una aplicación muy útil para engañar y caí en la trampa de uno. Carlos, estuve hablando con él, y cuando
quedamos, no eran sus fotos, ¡era las fotos de su hermano!
—¡Qué me estás contando!
—Como lo escuchas.
Nos empezamos a reír. Estuvimos hablando unos minutos más
hasta que nos entró sueño.
—Bueno, Virginia. Espero que hayas podido terminar el reportaje mientras charlábamos. Como ya tengo tu número. Hablamos mañana y concretamos hora y lugar, ¿te parece?
—Claro, por supuesto. Muchas gracias de verdad. Seguro que
mañana lo pasamos una tarde magnífica. Buenas noches, Jaime.
—Buenas noches, Virginia. —Corté la videollamada.
Se me quedó el móvil sin batería y mientras cargaba, fui a calentarme agua para un té —mi bebida favorita—. Llamé a mi
hermano también estaba despierto.
—¿Estabas hablando con Virginia? —no tardó en preguntar.
—Sí, y mañana vamos a quedar.
Fran me miró de una manera culpablemente atrevida.
—Como amigos, al menos por mi parte.
—Lo siento San Jaime.
—¿Un hombre no puede tener amistades?
—Si las has conocido por Tinder no. —¿Y por dónde quedarás
con tu queridísima amiga?
—No tengo la menor idea. Seguramente por el centro, por el barrio de Las Letras o por Atocha, a lo mejor entramos en el
parque del Retiro.
—¿No es todo muy romántico para que quieras ser solo su amiga?
—¡Fran! Por ahora es una desconocida, y ¿cómo pasa de desconocida a conocida? Pues conociéndola, quedando para
tomar un café, hablar... Vas más rápido que Rayo McQueen.
—Vale, vale, ¡exagerado! No me cansaré de decírtelo!
—Yo sí que estoy cansado... Te cuelgo que me voy a dormir.
—Buenas noches, San Jaime... —Buenas noches, hermanito.
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El Plan T
Romance¿Qué harías tú si la persona que más has llegado a querer te invita a su boda? ¿Y si tu pareja corta contigo por mensaje? Esta es la historia de Virginia, una joven reportera que se muda a la gran ciudad después de terminar su carrera, y de Jaime, u...