Setenta y Dos

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-¿Qué escribes, Momo?— preguntó Jihyo, inclinándose un poco hacia el cuaderno, entre las manos de la castaña.

Automáticamente apartó el objeto.

-Bien, bien, no lo leeré― Jihyo se tiró hacia atrás.

Era la tarde, el cuarto blanco se había llenado de regalos de múltiples colores, entre globos, peluches y flores.

En ese momento estaban ellas dos, ya que Tzuyu y Sana habían salido a comprar algo de comer para la tarde, galletas y café, ya que lo que le servían en el hospital era sólo para Momo y además, insípido.

Todas concordaban que debían recibir algo mejor.

-Ji-Hyo- llamó, cuando cerró su cuaderno, sentándose en la camilla para mirar mejor a su amiga—. ¿Cómo es-tán tus pi-ernas?— preguntó, señalando su silla.

Jihyo sonrió.

-En la última sesión de la terapia dí mis primeros pasos― dijo, sonriendo con evidente alegría—. Iba con andador y tenía a la terapista sosteniéndome, pero... Fueron mis pasos.

Momo sonrió, aplaudió suave.

—Creen que para dentro de unos meses pueda caminar por completo - dijo.- No bien, tampoco podré caminar mucha distancia, pero... Sin andador, sin caerme ni nada de eso.

>> Es poco. Pero, yo creo que poder caminar desde mí cama hasta el baño por mí misma está más que perfecto.

>> Por supuesto que va a ir en aumento. Algún día podré subir escaleras, podré caminar desde mí casa hasta la de Sana, o hasta la escuela... Pero voy a continuar mejorando... Hasta, no lo sé-se encogió de hombros.- Seguiré hasta poder correr maratones, quizás hasta ganar una maratón

Jihyo tenía los ojos brillantes de alegría, repletos de sueños y metas, su sonrisa era amplia. totalmente cargada de seguridad.

-Se vale soñar— murmuró.

Momo negó.

-Lo harás—dijo, totalmente convencida. Jihyo sintió toda la honestidad y la seguridad que Momo le estaba dando sólo con esa mirada de apoyo y su linda sonrisa.

-Tú también lo harás, Momorin— dijo Jihyo, aunque se refería a un tema totalmente distinto a las maratones, uno más real y cercano a todos esos sueños y deseos que ya vivía en su imaginación.

La sonrisa de Momo tembló un poco, pero asintió ligeramente.

La puerta de la habitación se abrió de golpe.

-¿Es que te trajeron más flores en lo que no estábamos? — preguntó Sana, su voz estaba demasiada elevada para el silencio de aquella habitación, Momo frunció el ceño al sentirla molesta—. ¿La gente no entiende que es horrible dejarle flores a alguien en un hospital? Tiene pinta de funeral o cementerio.

-Sana ¿Puedes callarte?- la pregunta de Tzuyu sonó más como una órden.

La pelirrosa apretó sus labios, formando una sonrisa recta, acercó una silla cerca de su novia y le pasó el vaso de café que le había traído.

Por su lado, Tzuyu se sentó en el borde de la camilla, dejando que Momo se apoyara junto a ella y compartieran el vaso de capuchino.

Ella no era fan de la mezcla del chocolate con el café, prefería el café sólo, sabía que a Momo era casi la única bebida que le gustaba y por eso la había comprado.

Había tenido que declararlo propio para poder pasar, ya que no permitían ingresar comida para los pacientes.

Pero a Momo la pondrían en ayunas pronto para la cirugía, merecía un lindo capuchino antes de no comer nada por doce horas.

-Las quiero mu-cho- murmuró Momo en el silencio de la habitación, ganándose miradas de todas.

-También te queremos, Moguri—dijo Sana.

-Te queremos- afirmó Jihyo.

-Te quiero demasiado― dijo Tzuyu, tomando su mano y entrelazando sus dedos.

Momo sonrió, ocultando sus lágrimas.

♡Loud²~MotzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora