Nic Sheff

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Tipo: Romántico

|TN VITORI|

No podía describir la forma en que me sentía, solo estaba consciente de las lágrimas que bajaban con fuerza por mis mejillas. No podía creer que esto realmente estuviera pasando, todo mi mundo se había vuelto un infierno; las pesadillas, el miedo y el dolor solo aumentaban a cada grito que escuchaba desde la sala. 

Quería salir corriendo de ahí y eso fue lo que hice, dejé atrás los gritos de mis padres y corrí por las calles como si mi vida dependiera de ello. Cuando pude entrar en razón, estaba varios kilómetros de casa; por suerte había sacado mi celular y mi billetera cuando salí. 

Intenté reconocer el lugar en el que estaba, pero nada parecía familiar. El aura del lugar me indicaba que era peligroso y que debía salir de ahí cuanto antes; ese era mi plan hasta que un chico algo atractivo se me acercó. 

Me dijo que tenía cara de querer olvidar todo por un momento, de su chaqueta sacó un pequeño sobre que parecía tener hielo fragmentado. Me lo entregó y me dijo que si quería más solo tenía que volver aquí; no sé que fue lo que pasó por mi mente pero decidí ingerir un poco de aquel.

Creo que fue la mejor decisión de mi vida, me sentía llena de vida; eufórica. Todo lo que me había estado atormentando desapareció, todo era alegría y bienestar; no recordaba cómo había llegado a casa. Solo sé que desperté en mi cama y los eventos del día anterior se reprodujeron en mi mente; no quería escuchar nada más de eso. 

Tomé el sobrecito e ingerí, bajé a hacer mi vida como si nada hubiera pasado. Tras unos días me di cuenta que no estaba sintiendo muchas cosas si solo la ingería por lo que decidí hacerle caso a mi buen amigo Mitchel y comencé a inyectármela. 

Lleva unos seis meses consumiendo metanfetamina, era lo único que me mantenía en pie desde que mi vida se había ido al carajo. Aunque en parte sentía que me estaba hundiendo más en la mierda, me costaba quedarme dormida y muchas veces pasaba de largo; también estaba algo irascible pero eso no era lo importante en casa ahora. 

Un día sentía demasiado calor, como si los huesos se me fueran a derretir. Me sentía muy agitada, como si el corazón se me fuera a salir del pecho. Mi boca se sentía seca y por alguna razón estaba sudando mucho; miré a mi alrededor y alcancé a ver que estaba cerca de la pista de hielo. Aquel lugar que había sido mi refugio por tanto tiempo, pero ahora se había vuelto el lugar de mis pesadillas. 

– (TN) – escuché que dijeron detrás de mí. 

–Papá– dije como pude de verdad sentía mi boca muy seca. 

–Hace seis meses que no te dignas a entrenar y ahora vienes aquí– dijo él mirándome con desprecio. 

–No empieces, no  siento bien– dije sintiéndome incómoda dentro de mi propio cuerpo. 

–Tenías una carrera brillante, (TN) y la destrozaste– dijo él con molestia. 

– Te dije que te callaras, no me siento bien– dije tratando de contener la rabia.

–¡Eres igual de patética que tu madre!– me gritó– ¡Lo tenías todo para ser la mejor y lo arruinaste! 

–¡TE DIJE QUE TE CALLARAS!– grité empujándolo. 

Sus ojos se conectaron con los míos y pude ver cómo estos se abrían de par en par. De repente mi cuerpo se empezó a sentir extraño, las piernas me fallaron y caí como costal de papas al suelo. Todo lo que podía hacer era retorcerme en el piso y convulsionar, pude ver como mi padre; el hombre que yo más amaba. Se alejaba de mí, corría y corría dejándome ahí tirada. 

One shots de Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora