***CAPITULO DIECISIETE***

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Tomamos el siguiente día de descanso, solo salimos para darle paseo a los chicos y volvemos adentro en poco tiempo

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Tomamos el siguiente día de descanso, solo salimos para darle paseo a los chicos y volvemos adentro en poco tiempo. Las siestas son tan largas como los besos compartidos, nuestros momentos se han convertido en íntimos, llenos de caricias, de miradas, que me hacen sentir que vivo trepada en una nube, y aunque falte muy poco para caerme de ella no siento miedo.

Queda poco, lo sé, lo sabemos, pero lo único importante ahora es terminar de vivir este momento a plenitud.

Lo hago ahora sumergiéndome en la bañera de hidromasaje del jardín tras haber hecho el reposo de la cena. Tan solo me acompañan el montón de estrellas en el cielo y la brillante luz de la luna creciente, de hecho, han sido ellas quienes me han invitado a quitarme el vestido para sumergirme desnuda en el agua templada. Enigma me ha dejado sola tras una llamada entrante de parte de Stella, se ha ido adentro, a su despacho y ya lleva alrededor de veinte minutos, siendo así la excusa perfecta para dejarme seducir por tal propuesta, más cuando media botella de vino sin alcohol reposa sobre la mesa y una copa llena ocupa mi mano.

Bebo pequeños sorbos entre gemidos silenciosos cada vez que la presión del agua golpea justo sobre los puntos tensos de mi cuerpo. Me relajo dejándome abrazar de la calidez de la noche, del burbujeo constante erizándome la piel, del vino endulzándome el paladar.

Tengo el cuerpo despierto, a la espera de un minúsculo roce que haga avivar la furiosa llama que ha estado ardiendo en los últimos días.

Solo un carraspeo bastante ronco, varonil, es capaz de sacarme de mi trance. Abro mis ojos y una sonrisa se dibuja sola en mis labios al verle frente a mí con los brazos cruzados bajo su pecho, luce más grueso, más fuerte, me muerdo un poco el labio.

—Aprovechar el tiempo es tu actividad favorita, ¿verdad?

Una pequeña carcajada de mi parte rellena el jardín.

—Me gusta el agua, me relaja tanto.

Mientras hablo lo observo subir los pocos escalones que lo llevan al jacuzzi con la botella y su copa en mano. En lugar de entrar, se sienta sobre el futón japonés que está a un lado, apoyando su espalda de los cojines para quedar en completa comodidad. Para estar juntos doy media vuelta para dejar mi pecho sobre del borde y poder mirarle de frente.

Dejo un suspiro, sonriente, disfrutando de la serenidad que he mencionado.

—A mí también me gusta el agua para relajarme, los baños de agua fría especialmente —No me mira, al decir se dispone a rellenar las copas de vino —No importa lo que sienta, ni la intensidad, me regula todo, como si volviese a nacer.

Asiento despacio, comprendo, yo misma lo he necesitado, vivido, un par de veces en el pasado.

—¿Quieres entrar y relajarte conmigo? —propongo.

Un atisbo de sonrisa nace en su comisura.

—No puedo, Barbie —La resignación en su mirada hace mella en mi pecho.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora