***CAPITULO DIECISÉIS***

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Por la mañana vuelvo despertar sola en la cama

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Por la mañana vuelvo despertar sola en la cama. La verdad no recuerdo el momento exacto en el que me quedé dormida, la relajación de mis músculos, mi sonrisa, tan solo me permite tener presente todo lo sucedido antes de ello. Al estar de pie, con una de sus camisetas limpias cubriendo mi cuerpo tengo esta necesidad de añoro latiendo en mi pecho.

Ya quiero verlo, tengo muchas ganas de recibir su tacto, su calor, aunque estuvimos hasta llegada la madrugada haciéndolo sin parar.

Tan solo cepillar mis dientes me basta para bajar a buscarlos. Todo está en silencio, incluso el arrullo de la playa puedo percibir. En la sala se nota la estadía de Enigma, ha recogido todo el desorden que dejamos ayer por la noche, estoy lista para comenzar a llamarle dirigiéndome a la cocina cuando escucho su voz:

—No, no se preocupe, todo está bien, estos días sin bastón han resultado según lo esperado, pero... —Frunzo el ceño acercándome despacio ¿Con quién hablará? —He tenido un poco más de actividad física y el dolor ha regresado, no es intenso, pero ahí está.

La mención a la palabra dolor hace saltar mi corazón. No termino de entrar, me quedo recostada del marco observando su espalda, está inclinado sobre el mesón con el teléfono pegado a la oreja.

—Es solo una molestia en mi cadera, se extiende por mi mu...

Hera ladra al verme, interrumpiéndolo, haciéndolo que gire tan veloz a ver en mi dirección que no me da oportunidad ni siquiera de parpadear, mi mirada viaja a los perros que se mueven hacia mí para que los acaricie y su cara, plagada en sorpresa, que me hacen enrojecer mis mejillas de vergüenza.

—¿Sí? —continúa hablando, saludándome con la mano —¿Puedo tomar lo mismo de siempre?

Extiende su mano al aire, eso me sirve para moverme de mi sitio e ir hasta él para entrelazar su mano en la mía. Me acaricia los nudillos, atendiendo concentrado su llamada. Ya no dice más que monosílabos, frases cortitas, bastante abiertas que no dejan ninguna información de más.

Tras colgar me da una de esas sonrisas cortas suyas sujetándome la cintura con su mano libre para llevarme a su regazo, pero me niego, tomándole ambas manos.

—¿Te sientes mal? —mi voz sale más chillona de lo que pretendo, pero ya está dicho.

—Buenos días, Barbie.

Chasqueo mi lengua, más no me da mi respuesta, se suelta de mí para tomar mi cintura entre sus brazos, pegándome a él, despacio, hasta que consigue abrazarme y dejar su perfil descansar en medio de mis costillas. No me resisto, hundo de mis dedos en sus cabellos para rascarle un poco con mis uñas, peinándolo y despeinándolo a la vez.

—Buenos días, Enigma —Intento mover su rostro para que me mire, pero solo consigo que sus labios alcancen el medio de mis senos dónde presiona un beso —Mírame —Mi voz sigue sin ser suave, pero consigo que lo haga —¿Qué tienes? —Ese revuelo en su mirada me llega al corazón —No te atrevas a negarlo, te oí.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora