***CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO***

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Es una pena que nuestro viaje solo conste de un fin de semana, la idea de pasar aquí diez días como aquella vez me apetece tanto; como lo que estoy a nada de hacer, pero no puedo ignorar nuestras responsabilidades, todo lo que está en mis manos ah...

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Es una pena que nuestro viaje solo conste de un fin de semana, la idea de pasar aquí diez días como aquella vez me apetece tanto; como lo que estoy a nada de hacer, pero no puedo ignorar nuestras responsabilidades, todo lo que está en mis manos ahora es disfrutar de este par de horas que nos quedan antes de retomar el camino esta vez de vuelta a casa.

Con mi copa de champagne sin alcohol en mano, cuelo la punta de uno de mis pies en el jacuzzi exterior para confirmar la temperatura deseada. Estamos a plena luz del mediodía, ya hemos pasado la mañana en la playa con los chicos, de hecho, todos hemos tomado el desayuno allí, pero ahora, estamos evitando los rayos del sol, así que, entrar al jacuzzi techado, relleno de agua templada, es mi mejor opción para continuar en el agua sin exponernos.

Deslizo afuera la bata que envuelve mi cuerpo antes de sumergirme en el agua. Se me escapa un delicado gemido de absoluto gozo al sentir los primeros estímulos de las pequeñas burbujas que revientan con un poco de presión contra mis músculos, masajeándome, relajándome, desde mis hombros hasta los dedos de mis pies en cuestión de segundos.

Enigma me encuentra en el momento justo en que termino de dar el ultimo sorbo a mi copa, en sus manos trae la botella nueva sin abrir que prometió, junto a su copa y una tabla de quesos con diferentes acompañantes, mermelada, frutas, y bruschettas, a lo que supongo, es lo que le ha tomado el tiempo que tardó en venir. Sonrío para él, acomoda lo que lleva en sus manos para que esté cerca de nosotros, también rellena nuestras copas, antes de deleitarme con las vistas de su cuerpo desnudo al deslizar la bata justo como yo.

«Es un hombre precioso» me satisfago mirando sus nalgas moverse como dos firmes gomitas al compás de su caminata para dejar la bata en su lugar.

—Siento cuando estás mirándome el culo —dice, girándose de vuelta a mí.

Me toma un par de segundos más deslizar mi mirada de vuelta a la suya, consiguiéndome con sus ojos entrecerrados con una divertida sonrisa en sus labios. Ha sentido que le he mirado su precioso trasero, y por supuesto que me ha visto mirando su polla.

—Lo hice, lo sé —acepto, viéndolo tomar sitio en el jacuzzi, justo a mi lado —También siento cuando tú me miras a mí, y es por mucho, más de lo que yo lo hago, así que estoy disculpada.

Su mirada, sabiéndose acusada, cae en picada en cada una de mis facciones, deteniéndose un poco más en mis labios, luego continuar con su recorrido sobre mi pecho, el valle de mis senos que sobresale del agua, y seguir, como si tuviese el poder de mirar más allá de la estela del agua.

—Te miro todo el tiempo —dice lo que ya sé, tomando nuestras copas, y posterior, ofrecerme la mía —Me fascinas, me gusta verte, siempre te consigo más preciosa, incluso en esos momentos en los que no haces absolutamente nada, estás siento tú y eso es deslumbrante —Choca el borde su copa en la mía, listo para tomar un nuevo sorbo —No voy a disculparme por estar fascinado con mi futura esposa.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora