***CAPITULO VEINTICINCO***

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Este último año me he enamorado de dormir sola, con varias de almohadas y abarcar todo el espacio posible en mi cama extra grande, pero no voy a negar que, despertar abrazada, con una dura erección pegada a mi nalga, recibiendo besitos en mi cabez...

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Este último año me he enamorado de dormir sola, con varias de almohadas y abarcar todo el espacio posible en mi cama extra grande, pero no voy a negar que, despertar abrazada, con una dura erección pegada a mi nalga, recibiendo besitos en mi cabeza junto a un par de yemas bailando sobre la piel desnuda de mi estomago tiene su punto, un punto delicioso al que podría acostumbrarme con rapidez.

Mi sonrisa florece antes de que pueda abrir mis ojos. Giro un poco para poder esconder mi cara en su pecho y abrazarle, justo como él cuelo mi mano bajo su camisa para poder tocar su piel, casi lo he dejado pasar ante la naturalidad de estar juntos, pero me percato de que esta vez no salta tenso cuando mis yemas tocan sus cicatrices. Me muevo con suavidad por su piel, lista para apartarme cuando me lo pida, llego a su abdomen, donde su marca más prominente descansa, y él sigue en paz.

Alzo mi rostro para poder mirarle, le sonrío y vuelvo a esconderme en mi lugar favorito, sus brazos. Beso su pecho, no puedo estar más feliz de estar aquí, así. No tengo ni idea de que hora es, tampoco me importa demasiado el montón de pendientes que me esperan, vivo este presente que tengo, dispuesta a disfrutarlo en cada segundo.

—Barbie —susurra, y su voz no tiene ese aspecto grueso de recién levantado —Te traje el desayuno a la cama.

Me emociono, vuelvo a buscar su mirada, entonces noto que se ha lavado la cara, peinado y aseado. Me encantaría estar en igualdad de condiciones, pero el desayuno en la cama me gusta mucho más. Me incorporo en la cama y él me sigue.

—¿Tú lo hiciste? —Asiente despacio, mira mis labios por lo que parece una eternidad —¿Esta es tu forma de decirme que no importa donde estemos tú me atenderás siempre?

—Siempre que me des la oportunidad lo haré.

Sus dedos me dan una suave caricia en mi mejilla antes de levantarse para buscar la bandeja, la posa sobre mis muslos con cuidado y en un segundo los deliciosos aromas llegan a mí, se me antoja todo. Me agrada ver mis frutas picadas, el yogurt y el té, también pequeños paninis, el jugo de naranja recién exprimido. La comida es para los dos, Enigma vuelve a tomar su sitio a mi lado y comenzamos a devorar todo lo que ha preparado para nosotros.

Me gustan tanto sus cuidados que, más que saciada, quedo absolutamente feliz. Casi decido tirarme en la cama y volver a abrazarme con él bajo las mantas, pero no puedo retardar más lo inevitable, mi trabajo. Paso al baño para tener mi rutina de aseo matutino, Enigma entra justo después de mí y terminamos encontrándonos en mi armario.

Ya está completamente vestido, su cabello húmedo apenas peinado con sus dedos, y el olor de su piel es solo jabón, el que uso cada día, y no puedo creer lo sexy que me parece esto. Estoy al termino de vestirme, ya me he peinado y maquillado, he elegido un traje color menta, llevo puesto solo el pantalón y los tacones un tono más oscuro, el blazer espera a que me decida por lo que llevaré debajo.

—¿Una camiseta de algodón o una blusa de seda? —pido su opinión, primero consigo una sonrisa, luego viene su respuesta:

—La de seda —Devuelvo la otra a su sitio para colocarme la que eligió bajo su atenta mirada —Esos escotes te quedan bonitos.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora