***CAPITULO DIECIOCHO***

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Finalmente ha llegado el nuevo fin de semana, hoy es oficialmente mi último día en la playa junto a Enigma y sus dos chicos

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Finalmente ha llegado el nuevo fin de semana, hoy es oficialmente mi último día en la playa junto a Enigma y sus dos chicos. Mañana debo irme temprano para poder prepararme para el acontecimiento de mi vida más esperado en el último año; mi divorcio. Por más que quiera hacer eterno este momento, mantenernos juntos en esta ficticia burbuja donde todo es hermoso, no puedo, y tampoco quiero, necesito con urgencia divorciarme, he luchado tanto por esto, que posponerlo sería como traicionarme a mí misma, especialmente a esa Coraline adolorida, cansada de vivir, que dejé ir entre las olas del mar.

No puedo hacerle eso, no podría hacerme eso.

Así que lo único viable para mí es darle un cierre digno a esta grandiosa aventura, esta escapada con un desconocido, que resultó ser un gran salvavidas en ese preciso momento donde estaba a un paso ahogarme en la tristeza, en el dolor, que tenía hundida a mi alma.

Puedo estar segura que he conseguido lo que anhelaba, he recobrado mi fuerza, la creencia en mí misma, y aunque sé que aún faltan pasos que dar, hoy tengo la certeza de que saldré adelante hasta conseguir liberar mi corazón, un corazón que ahora late con la firme esperanza de que, pase lo que pase, siempre se puede volver a sentir, volver a vivir.

Estoy tranquila, estoy tan feliz con todo lo que he vivido, aprendido, estos últimos días, que, una vez los rayos del sol han bajado su intensidad por la tarde, me encamino hacía la orilla de la playa para sumergirme lentamente en el mar. Por primera vez no me quito la ropa, dejo que moje mi vestido blanco, que se adhiera al cuerpo como una segunda piel, lidiando con el golpear de las olas que se empeñan en llevarme atrás, pero ya yo aprendí que, no importa que tan duro sea el golpe que me haga retroceder, siempre puedo seguir adelante.

Consigo avanzar hasta que el agua roce mis pezones, me hundo al ritmo del oleaje para terminar de humedecer mi cabello, impregnándome por última vez de su fuerza, de su naturaleza, agradeciéndole, y pidiéndole que cuide, mime, a la pequeña Cora que dejé en sus aguas.

Satisfecha con mi despedida vuelvo afuera o al menos es lo que intento, puesto que dos seres de cuatro patas corren con locura en mi dirección, interceptándome en la orilla antes de que logre salir por completo. Se me escapa un grito emocionado, los he visto jugar todos estos días en la arena, pero nunca antes se habían atrevido a mojarse, incluido el nadar.

No puedo evitar contagiarme de su emoción intentando clavar sus dientes en las olas, corriendo para no verse arrollados, pero en algunos casos sucede, sorprendiéndolos, haciéndome reír a carcajadas. Nadan perfectamente bien, no tengo que ayudarlos, me tiro en la arena para estar a su altura, disfrutar junto a ellos sin prestar atención a cuanta arena se cuela en mi ropa interior.

El estar exhaustos, sedientos, nos obliga a salir del agua después de un largo rato jugando. Andamos con rapidez a la choza donde Enigma nos espera, tiene ambos bebedores dispuestos para los chicos y a mí me ofrece una botella helada de agua. Siento las mejillas ardiendo, no sé si por el sol, o sentir un poco de vergüenza por estar jugando como una niña pequeña, cómo sea, lo he disfrutado.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora