***CAPITULO VEINTIUNO***

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En el transcurso de las siguientes cinco semanas la casa de modas me absorbe en su totalidad, trabajo desde muy temprano hasta entrada la madrugada

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En el transcurso de las siguientes cinco semanas la casa de modas me absorbe en su totalidad, trabajo desde muy temprano hasta entrada la madrugada. No me lo niego a mí misma, lo estoy usando de excusa para no pensar en ciertos aspectos, aún no asumo lo vivido en la playa, los sentimientos que ahí surgieron, se ha vuelto más fácil continuar andando así, con todo ello guardado en un cajita en el fondo de mi corazón, dentro de mis más preciosos recuerdos.

Cada vez que él viene a mí, todas esas conversaciones, nuestras miradas o el simple roce de nuestras manos, una sonrisa florece en mis labios, me encanta recordarlo a él, pero no el hecho de cuestionarme si hice o no lo correcto, si la decisión que tomé es la acertada. Sé que lo hice, en el fondo lo sé, simplemente es duro extrañarlo, querer más y que no esté.

Es difícil seguir sentada en mi gran sillón, conteniéndome a ese silencioso deseo de salir corriendo al local a buscarle.

Vacío por completo mis pulmones. Es posible que todo esto sea parte de mi proceso, tengo un montón de cosas en la cabeza, otras atoradas en el pecho que no sé como gestionar, no sé, así que trabajar está siendo la vía libre para escapar de todo, mis pendientes interminables son una salvación por el momento.

Estoy en ello, cuando un golpe en mi puerta me interrumpe haciéndome alzar la mirada. Observo a mi cuñada entrar con un par de carpetas de muestrarios y un café helado en su otra mano, me sonríe bastante amable, siendo imposible para mí no devolvérsela, aun con todo el tren de emociones que me golpea desde adentro.

—Ya estoy a nada de irme, ¿necesitas algo? —me consulta, sin embargo, no respondo todavía, le miro ordenar mis cosas —Edmond viene por mí.

—Vete tranquila, gracias —Intento seguir, pero me doy cuenta que no estoy haciendo nada, solo dando vueltas en el mismo punto.

—¿Todo bien? —Su pregunta casual, acompañada de un sorbo de su bebida me hace sonreír.

No necesitaba ese muestrario en lo absoluto, mucho menos cuando no pertenece a mi oficina, sino en realidad al salón de creaciones, ella lo sabe, Brigitte ha sido astuta en su trabajo desde el primer día. Su mirada clara está clavada en la mía, buscando algo, no sé qué, pero si puedo asegurar que es la única persona que puede ver más allá de lo que muestro, desde el primer momento en que nos conocimos, ella ha sabido meterse y dar en el clavo.

A veces necesitamos eso, alguien que te ilumine un poco.

—Estoy bien —Se me escapa un suspiro que le roba credibilidad a mis palabras —Estaba loca por divorciarme, y ahora que lo he conseguido, no tengo ni idea de qué hacer, por dónde comenzar, qué sentir. Todo estaba claro antes, pero amarse y elegirse cada día es más cuesta arriba que solo el hecho de decidirlo desesperadamente antes de que el barco se hunda.

—Lo es, reconozco lo fácil que es recaer en esos baches de poca dignidad, falta de amor propio, una y otra vez, pero considero que vale siempre el esfuerzo de intentarlo, mantenerse estable.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora