***ENIGMA IV***

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Ha dicho que sí

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Ha dicho que sí.

Sí a ser mi esposa, sí a estar conmigo, sí a ser mi compañera de vida, y nada podría hacerme sentir más dichoso. Tengo planes para afianzar nuestro compromiso, un anillo real, arrodillarme frente a ella, y volver a escuchar otra vez esa pequeña, pero tan gratificante respuesta. Sin embargo, dejaré ese plan para luego, ahora mismo, quiero disfrutar de mi futura esposa acomodando sus buganvillas, la que coloqué en su cabello y su dedo, dentro de un pequeño vaso de vidrio relleno con un poco de agua, parece algo simple, pero ella busca el mejor ángulo para sus flores, simbología de su agradado.

Una vez satisfecha con su resultado las coloca sobre la mesa volviendo luego su atención a mí. Su sonrisa sigue intacta, amplia, preciosa, tanto como su mirada radiante. Le ofrezco mi mano con la única intención de que se acerque a mí, hemos pasado un grandioso día juntos, y ahora mismo, que ya hemos cenado, y solo nos refrescamos con la brisa nocturna y el arrullo de las olas, no quiero que sea diferente.

—Voy a conservarlas para siempre —me comenta tomando mi mano para volver a mí.

—Espero que estés hablando de mí —bromeo.

Sonriente se sienta en mi regazo, envolviéndome con sus brazos alrededor de mi cuello, con su mirada brillante en la mía, seduciéndome, pidiéndome sin palabras que por favor le bese. Mis manos; atraídas como un imán, arropan sus caderas, la suavidad de su vestido me cosquillea las palmas invitándome a continuar deslizándome sobre él, por toda su espalda, aun cuando mis dedos se cruzan con sus cabellos.

—No, hablaba de mis flores —Sus ojos buscan mis labios un instante para continuar —A ti no te quiero conservar, te quiero amar de todas las formas posibles, y quizá, solo quizá, alcancemos el para siempre.

Mi labio se curva en una sonrisa, parece tener vida propia cuando Cora está cerca, pero ya es algo a lo que me he acostumbrado. Con mis palmas sobre su espalda, la acaricio hasta alcanzar su delicado cuello y acercarla a mis labios, sintiendo como su respirar comienza a acelerarse en un cálido exhalar.

—Comenzaré a inventar formas de amar, hasta que se vuelvan infinitas.

Suelta una pequeña carcajada, tan coqueta, junto a su palma paseándose con suavidad por mi mejilla.

—¿Solo para estar conmigo toda la vida? —Al inclinarse para alcanzar una mejor vista, su cabello rubio cae hacia un lado, como una cortina que acaricia su rostro.

Coraline es la mujer más preciosa que he tenido el placer de admirar. Su pregunta, mi silencio, ha despertado en su mirada esa vivaz curiosidad que tanto me fascina.

—Solo para estar contigo, Barbie —Es mi turno de mirar sus labios —¿Puedo empezar ahora mismo?

Otro exhalar irregular más sale en respuesta, sin embargo, no me muevo, hasta que la veo asentir, sin vacilar, enviándome directo a su boca, cerrando la escasa distancia que nos separa. Sus labios tienen un dulce sabor a fresas, su labial rosa, el postre, y tal vez, la copa de champagne rosa sin alcohol que compartimos. Me basta succionarlos para sentirme embriagado, gustoso de ir por más. Voy a ello, sujetando su delicado rostro entre mis palmas, acariciándola con mis yemas en el hueso de su mejilla, solo para que gima despacio, permitiéndome saborear más allá con mi lengua en su boca.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora