***CAPITULO VEINTIDOS***

1.6K 222 66
                                    

Al acabarse mi noche de chicas esa madrugada, me quedé con una gran verdad entre mis dedos, más que ello, estaba a flote por todo mi alrededor, incomodándome, y a la misma vez, por muy contario que resultara se sentía bien toda esa incomodidad, ha...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al acabarse mi noche de chicas esa madrugada, me quedé con una gran verdad entre mis dedos, más que ello, estaba a flote por todo mi alrededor, incomodándome, y a la misma vez, por muy contario que resultara se sentía bien toda esa incomodidad, había encontrado algo en lo que trabajar, debía realizar una búsqueda de mí misma. Me había convertido en un libro al que le habían arrancado un montón de paginas en el medio, conocía el inicio, luego tenía este inmenso hueco en el medio, uno en el que sin querer estaba hundiéndome, pero, un gran y precioso pero, las chicas con su grandioso sentido, me hicieron ver la importancia de todas las paginas que me quedaban por delante.

Hay un montón de páginas por leer, y lo último que quería era estancarme en el vacío.

Una vida estaba delante de mí, había una mujer que esperaba por mí, tenía muchísimas ganas de conocerla, de ponerme al día con ella, sin mirar atrás, pero sin dejar de honrar los pasos que; con valentía, me habían llevado hasta ese punto.

Comencé mi aventura esa misma mañana, mirándome al espejo, repitiéndolo cada día que pasó después, no negaría lo mucho que me costó al principio a mirarme, mirarme con intención de reconocerme en lugar de aprobarme, se sentía como estar frente a un espejo empañado, borroso, pero luego se fue volviendo natural, fui dejando de ser una extraña, y comencé a sonreírme cuando pude verme de verdad, cuando conseguí a Coraline Lestienne en el reflejo, en medio de la etapa de los treinta. Cuando menos lo esperé, podía verme, sabía que era yo, me reconocía en cada ángulo, en cada parte, y me enfundó la seguridad que no tuve en ningún momento de mi vida.

Admirarme había sido el primer paso esa mañana, pero no fue el único que di, estaba decida a amarme, a sanar mi historia, y también supe que no podía hacerlo sola, me animé a asistir a terapia, una consulta psicológica cada quince días, muchas de ellas me hicieron llorar a mares, otras me dejaban sorprendida o me motivaban a continuar, lo único que todas tenían en común es que ninguna me dejaba indiferente, porque aprendí a aprender de cada vivencia que tenía.

Lo que más me gustó, incluso se volvió adictivo, fue el sentir cada vez mejor no correr detrás de nadie, se sentían bien los pequeños pasos que daba y me acercaban más a mí.

El vacío comenzó a hacerse pequeño cuando tuve las herramientas para comenzar a darme todo aquello que esperaba del resto, lo que siempre quise que un extra hiciera por mí, dejé todas mis expectativas, ya no esperaba nada, y me armé de amor para hacerlo una realidad, mi realidad, una normalidad en mi vida. Conocí entonces a una Coraline romántica, amante de las rosas rojas, regalándomelas a mí misma con pequeñas notas, me di cuenta lo precioso que sentía convivir conmigo misma, en noches de vino, espumas en una tina, o simplemente tomar una taza de helado de vainilla viendo una película de Barbie, que sí, se convirtieron en mis favoritas.

El conocerme mejor cada día, me regaló la libertad de explotar mi creatividad, estaba realizando los mejores diseños en toda la existencia de la Casa Lestienne, dejé de intentar ser una buena diseñadora y comencé a hacer lo que siempre había querido, al diablo todo, y no pude sentir más orgullosa de mí al ver que funcionaba, me arriesgué, salí de mi zona de confort, estaba siendo y haciendo lo que quería y se sentía excelente.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora