***CAPITULO DIEZ***

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La rutina que mantengo desde hace varios años me pasa factura por la mañana

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La rutina que mantengo desde hace varios años me pasa factura por la mañana. Tengo la oportunidad de dormir hasta la hora que desee, pero una vez cae el amanecer, alrededor de las seis y media, ya tengo mis ojos abiertos de par en par. No importa cuántas vueltas doy, cuánto me abrazo a las almohadas, no puedo volver a conciliar el sueño.

Termino por levantarme directo al baño, me aseo y preparo mi piel para otro día bajo el sol, ya estoy bronceada, se me comienza a notar en el brote de pecas sobre mis hombros. No tardo demasiado en mi vestimenta, un top suelto tejido a dos agujas y un short también holgado que corta a la altura justa para no enseñar mi trasero. Me hago cargo de mi cabello al recogerlo en una trenza cuando me detengo frente a la ventana, he corrido antes las cortinas, por lo que puedo permitirme apreciar un momento digno de admirar.

El oleaje, la arena y Enigma con chicos jugando a la pelota. No lleva camisa puesta, y aun en la distancia puedo distinguir perfectamente como se le tensan los músculos del brazo, la espalda, al tirar una pelota de tenis al aire que causa una desesperada carrera entre Hera y Tyr a ver cuál de los dos la toma primero y se la lleva de vuelta.

Babeo observándolo sujetar con ambas manos su cintura, respira agitado por el esfuerzo, y no sé si se trata del sol o es su sudor, pero su piel brilla deliciosamente. Siempre tuve un tipo, rubios, no tan fornidos, sin tatuajes. Nunca fue algo imprescindible, solo seguía un patrón, que ahora mismo he tirado por la borda. La imagen de este hombre es simplemente deslumbrante como un infierno.

Enigma es un hombre que me atrae, y no voy a echarle la cuenta a las circunstancias que estoy viviendo, no, estoy segura que, en cualquier otro aspecto, me hubiese sentido del mismo modo por él, es parte de su magnetismo, esa aura suya misteriosa, su mirada, sus acciones que dicen más que cualquier palabra que salga de su boca, todo en conjunto es una especie de hechizo.

Sin más nada que tejer, vuelvo a hacerme consciente de lo sucedido, coloco una liga en mis puntas para asegurar mi trenza, y también observo cómo Hera ha salido victoriosa siendo ella quien le lleva la pelota. Ambos se ganan animadas caricias, mueven su cola de un lado a otro esperando el próximo lanzamiento que no tarda en suceder.

Contemplo lo mismo una y otra vez sin fastidiarme, suelto una carcajada las veces que les engaña, se pelean por la pelota, o las veces que se resbalan en la arena, hasta que el juego llega a su final dejándolos a los tres exhaustos. Aprovecho el momento para ir abajo con ellos, los perros son los primeros en notarme, me ladran, Tyr se me acerca para que le dé cariños, y luego Hera pide su propia dosis.

Sonrío encantada, aunque he sido yo la que ha dado las caricias es mi corazón el que se siente recargado de energía, llenito de amor, más cuando vuelvo a mi altura y me consigo con la media curva en la comisura de los labios de Enigma. Me muerdo los míos en un intento de controlar la alegría que se expande cómoda en mi interior.

—Buenos días —expreso.

Podría acostumbrarme a esto, me acerco sin premura, y no tengo ni un ápice de duda, lo deseo más que nada, él está mirándome los labios pidiéndolo sin palabras, me alzo de puntillas y le planto un beso en su boca, lo más rápido que puedo, claro está, Hera me ladra, enseñándome sus dientes al gruñir, pidiéndome en su idioma que me aleje de él, lo intento, pero la mano de Enigma se engancha en mi cintura manteniéndome a su lado.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora