***CAPITULO SEIS***

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Horas después, cuando el sol está descansando en el horizonte, salgo del agua

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Horas después, cuando el sol está descansando en el horizonte, salgo del agua. Llevo los dedos arrugados, la piel tostada, el cabello pesado y el cuerpo tiritando de frío.

Horas después de llorar, he vuelto a tocar la arena, sin peso sobre mis hombros.

Al estar en la orilla puedo divisar la figura de Enigma en la entrada, mirándome fijamente, escaneando mi rostro con un enorme signo de interrogación grabado a fuego en sus orbes. No sigo directamente hasta él, me detengo un segundo y vuelvo a mirar el mar, las olas rompen más fuerte, hasta quedar con un poco de espuma al final. El cielo está unido al mar, en el horizonte, y justo allí descansa el sol, listo para irse y darle paso al anochecer.

Se me escapa un suspiro, una última lágrima, y al secármela agito un poco mi mano al aire, de un lado a otro, despidiéndome de esa mujer que dejé de ir, esa mujer que le dolió la vida, y ahora va a descansar eternamente.

«Te prometo que saldré de esto, seré la mujer que querías» le digo con el alma, comprometida, en hacerlo realidad.

No me voy a rendir, voy a seguir mi camino y voy a ganar esto, esta lucha que va por y para mí.

Un tacto sobre mis hombros me hace voltear, es Enigma, ha tomado la bata y ahora está colocándomela, me dejó hacer metiendo mis brazos en las mangas y finalizo haciéndome cargo del nudo en sobre mi abdomen.

—¿Cómo estás? —susurra dándome una sutil caricia en el hombro.

—Mejor que nunca —La seguridad que emana mi voz me insta a girar, enfrentándolo, dándome cuenta de la preocupación que habita en sus gestos — Necesitaba gritar, llorar... —Expulso todo el aire, alivianándome más el pecho —Necesitaba acabar con esto que me estaba consumiendo, necesitaba morir de alguna forma, creo.

—¿Y lo conseguiste?

Asiento con una pequeña sonrisa en mis labios, no puedo evitarlo. La muerte puede resultar a veces tristeza, dolor, pero también, el nacimiento de algo nuevo. He muerto, pero solo para volver a traer a la vida una nueva Coraline Lestienne, que está vez no ha salido del interior de otra mujer, sino, del mar.

—Estoy lista para comenzar a vivir —Más que a él, me lo digo a mí.

—¿Tienes alguna idea por dónde comenzar o improvisarás?

Su pregunta, de alguna forma, me sorprende, más que nada por la forma en que el latir de mi corazón se acelera, fuerte, más fuerte, a medida en que mis ojos se desplazan por su rostro. Los suyos, intensos, azules y profundos como el agua donde acabo de renacer, su nariz, sus labios, rosados, preciosos, bien rellenos, y esa barba que resulta tan cálida, cosquillosa, al tacto.

—Tengo varias ideas.

Doy un paso cortito al frente, quedo lo más cerca que puedo permitirme, con mis senos rozando su pecho, mis piernas casi entre las suyas, solo nuestras rodillas se tocan. Su mirada no me abandona, no me rechaza, en cambio, me atrae a más, me da valor de sujetar sus muñecas para posarlas sobre mis caderas, clava un poco sus yemas creando un rápido nudo en mi garganta.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora