***CAPITULO VEINTITRES***

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Mis pulmones sacan afuera todo el oxígeno, vaciándose, al tener el contacto de su pecho contra el mío, sus brazos alrededor de mi espalda y unos cuantos dedos enrollándose en las puntas de mi cabello mientras los otros se presionan contra mi piel ...

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Mis pulmones sacan afuera todo el oxígeno, vaciándose, al tener el contacto de su pecho contra el mío, sus brazos alrededor de mi espalda y unos cuantos dedos enrollándose en las puntas de mi cabello mientras los otros se presionan contra mi piel filtrando el calor bajo mi ropa. Mi primera bocanada de aire está mezclada con su aroma, no solo su perfume, el aroma natural de su piel se filtra por mi nariz, llenándome de esta sensación particular que reconozco pronto.

Hogar.

Estos brazos, este calor, este aroma, este hombre, es mi hogar, mi sitio.

Alzo mi rostro, y apoyada de mis manos al tomar sus mejillas mis labios quedan a un roce de los suyos. Quiero besarlo, el calor de su boca me grita tanto que lo haga, que me lo devore, estoy tan necesitada de ello, mi boca anhela tanto esto; que parece que fue ayer que estuvimos entregándonos el alma, recuerdo exactamente como se sentía su boca y sería una completa mentirosa si digo que no deseo más.

Tomo aire, para mantenerme estable en mis pies y no terminar cediendo a este instinto que me enciende el cuerpo. Sin estar lista para soltarlo aún; me aprieto a su cuerpo una vez más antes de alejarme, tan solo un poco y poder mirarlo a la cara, su mirada está cargada de lágrimas, pero sus labios tienen esa discreta curva en una preciosa sonrisa.

—Te extrañé cada día —dice. Acaricia mi mejilla y de inmediato mi rostro se ladea para tener más —No es fácil vivir la vida sin poder ver esta brillante sonrisa, mi sol.

Un jadeo escapa de mí, mi sonrisa se hace más grande, justo como mis ganas de besarle, Enigma parece que lo sabe, puesto que, con mi rostro entre sus manos me acerca hasta él deteniendo sus labios un pequeño segundo sobre mi frente haciendo temblar los cimientos de mi cuerpo.

—Yo también te eché de menos —susurro.

Mis manos incapaces de estar quietas, se bajan sobre sus hombros, y luego deslizo mi derecha sobre su torso, su corazón late furioso, justo como el mío. Se ve increíble, cuando lo conocí se veía guapísimo, pero ahora, lo está mucho más, su imagen está mas saludable, su piel brilla, se ha cortado el cabello, no hay ojeras ni rastros de dolor en su mirada, en cambio, el magnetismo de determinación que encuentro allí vuelve a hacer zumbar furioso a mi ya agitado corazón.

—¿Señor Bernocchi? —le consulto, a sabiendas de que nunca quiso decirme su nombre.

Sonríe, mostrándome sus dientes esta vez, antes de decir:

—Gioele para ti, Barbie.

Gioele Bernocchi. Me encanta incluso su nombre, pero más aún, la disposición con la que me lo ha dicho. Todo mi cuerpo está siendo sacudido por él, por su presencia, y no es una perdida de control, en realidad, me gusta que mi piel, mi corazón, me muestre cuanto lo quiere a él.

—¿Qué haces aquí? —susurro.

No quiero comenzar a flotar con esta visita, todo lo que quiero saber es donde debo estar parada y que pasos dar, qué significa esto. Al recordar donde estamos, mi mirada se despega de la suya un momento y me fijo en Lucía, sigue aquí, y ahora acompañada de Brigitte, ambas tienen un gesto curioso, bastante divertido, que me hace calentar las mejillas, tal vez un poco más, porque Enigma ha hecho que todo mi cuerpo entre en ebullición.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora