***CAPITULO TREINTA Y CINCO (FINAL)***

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Las preciosas buganvillas con las que Gioele ha pedido mi mano las he llevado a una floristería a preservar el siguiente día de nuestra llegada, no mentí cuando dije que quería conservarlas para siempre

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Las preciosas buganvillas con las que Gioele ha pedido mi mano las he llevado a una floristería a preservar el siguiente día de nuestra llegada, no mentí cuando dije que quería conservarlas para siempre. Han sido preservadas con glicerina, y hoy, cinco días después, estoy yendo por ellas a retirarlas.

Un chillido de emoción escapa de mis labios al tenerlas conmigo. Su brillo está intacto, su delicioso aroma se ha reforzado, y no puedo creer lo preciosas que estarán para siempre. La florista me explica que no necesitan ningún tipo de cuidado especial, solo mantenerlas fuera de la luz directa del sol, en un lugar fresco, desde ya elijo el salón principal, para verlas cada día, sin duda alguna es el mejor lugar.

La sonrisa en mis labios no se cae, mientras me dirijo hacia el auto no puedo evitar detenerme un momento para tomarle una foto y enviársela a Enigma, que, se junta con el resto de mensajes que no ha respondido desde hace más de una hora, no es algo propio de él, pero, antes de separarnos en la mañana me notificó que tendría un sábado muy ocupado en el local.

Intento no caer en una absurda preocupación. Subo al auto para tomar el camino a casa, ya he terminado todos mis pendientes del día, no hay ningún plan en específico, pero nada me apetece más que cenar junto a Enigma, echarnos en la cama con nuestros tres bebés y hacer absolutamente nada, sin embargo, al llegar a casa soy consciente de nada será como yo he estado planificando.

En el recibidor hay una preciosa caja esperando por mí, pero no es eso lo que obtiene mi atención, sino el inexistente saludo de los chicos me sacude el cuerpo en un rápido timbrazo, que consigue pronto su calma incluso antes de llamarles, puesto que una nota autoadhesiva pegada en la pared hecha a mano por Stella me indica que se los ha llevado de paseo.

No hay Enigma. No hay perritos. Si hay un gran regalo esperando por mí.

No lo compensa, pero basta para mover el gusanillo de mi curiosidad y apartar un poco la aflicción. Sobre el lazo que lo envuelve tiene una tarjeta con mi nombre escrito en una caligrafía impecable. No hace falta un remitente, sé que es Giole, por ello, me hago cargo de la cinta lo más rápido que puedo. Quito la tapa, saco afuera el papel decorativo, y al romper el papel que envuelve mi regalo una carcajada escapa de mis labios. Reconozco el color, la tela, a simple vista.

No sé como esto ha sucedido sin que yo lo haya notado, o sí sé, claro que lo sé, vuelvo a reírme tan emocionada, convencida de que Brigitte y Lucía han tenido algo que ver en esto. Saco el vestido de la caja con el mismo cuidado con el que lo han empacado, y por supuesto, el mismo amor con el que lo hicimos en la Casa Lestienne, fue la cereza del pastel de nuestra última colección, nuestro único vestido de alta costura, la minuciosidad en cada corte, costura y bordado, estuvo soñado para una alfombra roja.

Sé que Gio se obsesionó con cada uno de los vestidos de la presentación, sin embargo, el hecho de que haya escogido este específicamente hace que mi corazón lata a gusto en mi pecho, rebosante de emoción.

Enigma (Serie: LIBRO IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora