Capítulo 8

13.1K 542 93
                                    


Pequeños rayos de luz incomodaban mi dormir, cerré los ojos a presión soltando alguno que otro quejido. Sentí mi cuerpo adormecido, pero mi corazón ardiendo, todavía sentía el camino de fuego que dejaban los besos de Mikey en mi cuerpo y ese ardor tan excitante que me producía en mi zona.

Abrí los ojos con esos pensamientos nublando miente. Mis ojos fueron violados por la luz violenta que entraba por la ventana con el objetivo de iluminar la habitación. Me giré dándole la espalda a dicha claridad, abriendo por completo mis ojos.

Mi cuerpo se encontraba cubierto por el gran edredón que arropa la cama, poco a poco me senté para examinar mi alrededor. Estaba sola, pero podía escuchar unas voces a la lejanía, supuse que era Mikey. Con todo el cuerpo adormecido me puse en pie, no vi mi ropa por ningún lado, pero sí una bata en el borde de la cama. Supuse que era para mí, así que me la puse.

Salgo de la habitación rumbo donde durmió Mike, pero ahí no estaba. Seguí mi camino, esta vez bajé haciendo las voces más presentes, fui a la cocina porque era allí que las escuchaba. Me adentro en ella viendo a Mikey con Mike haciendo el desayuno. El Niño estaba subido en la encimera relamiendo una cuchara con chocolate, mientras que Mikey con una mano lo agarraba y con la otra volteaba a mi parecer unas tortitas.

— Buen día — me acerco a mi niño para darle un gran achuchón.

— Mamiiii — se emociona moviéndose, daba pequeños brincos.

— Cuidado — reí abrazándolo, le di unos cuantos besos en la carita — ¿Qué es esto? — refiriéndome a la cuchara.

— Totolate — sonríe enseñándome sus dientitos.

— Mmm... qué rico — reí al ver como me enseñó los dientes con esa sonrisota. Me giré viendo a Mikey — Buenos días — le sonreí.

— Buenos días, muñeca — se inclinó para besarme en los labios, fui más rápida y cubrí mi boca.

— El niño Mikey, que luego se lo dice a... — me interrumpe cogiéndome con una fuerza moderada de la cintura. Besó mis labios con jugosidad, nuestros labios encajaban tan bien como piezas de puzzles.

— ¿A quién? — separándose de mis labios con una sonrisa socarrona. Me quedé callada sin saber qué decir, odiaba que tuviera en mí todavía ese poder. — Lo suponía — rio sacando del sartén la tortita.

Maldito seas Grace.

Simplemente, giré mi cabeza indignada, odio cuando me deja así, sin palabras.

— Ay, se indignó la bebé — su voz se aproximaba a mí hasta notar el contacto de sus labios en mi cuello.

— Cállate Grace — me aparté un poco mirándolo con el ceño fruncido.

— Ujum, Ujum... Hoy estaremos en familia, ¿qué te parece?

— Pues mal, no puedes actuar como si lo fuéramos — le daba leves caricias a Mike en la pierna.

— Por la noche estábamos muy íntimos para no pensar que lo somos — sus ojos penetraron los míos intercambiando alguna que otra mirada ardiente.

— Lo de anoche no tuvo que pasar, y lo sabes — retuve su mirada con un gran nudo en el estómago por decir lo dicho.

— ¿Por qué, por qué estás casada?

— Exacto, estoy casada.

— Pues anoche, no pareció que te acordaras, te dejaste besar, tocar y hacer el amor por mí — su semblante se volvió serio, tan serio que sentí sus ojos oscurecerse.

Adicto Deseo [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora