Capítulo 30

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Su rostro lucía más colorido y se mostraba más tranquilo. Pasé mis dedos con delicadeza por su cabello castaño y rizado. Sentía tanta paz al tenerla cerca, al percibir su aroma. Ahora que la tenía conmigo, no la dejaría ir nunca más

La habían atendido y tratado las heridas, que según me comunicó el doctor, eran muy graves. Le recetó una pomada en spray que ya mandé a buscar.

Se movió ligeramente y emitió una pequeña queja de molestia. Rápidamente miré si algo le incomodaba en la espalda, pero no parecía ser el caso. Le habían puesto una bata con una abertura en la espalda para que la herida no estuviera tan cubierta. Acaricié sus mejillas al verla tan incómoda, pensando que le dolía algo más. Justo cuando estaba a punto de llamar a la enfermera, vi sus ojos abrirse poco a poco.

— Mikey... — su voz sonaba débil y ronca. Cogí el vaso de agua y se lo acerqué para que bebiera un poco. Al principio ella negó con la cabeza, pero la convencí de beber; necesitaba estar bien hidratada.

— No te muevas — dejé el vaso en la mesa que tenía al lado. Ella tenía la intención de sentarse, pero preferí que descansara un poco más.

Asintió sin más, mirándome con los ojos entreabiertos por el cansancio. Es tan hermosa, a pesar de estar así.

— ¿Mike? — preguntó en voz baja, cerrando los ojos al sentir mis manos tocar su cabello y sus mejillas.

— En casa, con Margarita, Camila y Nelson . Está bien, no te preocupes. — Me acerqué dándole un beso en la frente — En un rato nos vamos a casa — la miré, intentando descifrar lo que sentía, pero ahora evitaba mirarme. — ¿Qué te ocurre?

— Nada... Solo estoy cansada.

Asentí y me crucé de brazos. Escuché que tocaban la puerta y vi entrar al doctor con unos papeles en la mano.

— Salve, come si sente? — la miró acostada en la cama. Antonella lo observó sin entender nada y luego me miró a mí.

— Dottore, non parla italiano. — respondí, mirándolo aún con los brazos cruzados.

— Oh ok — rio un poco tras su metedura de pata y continuó hablando conmigo. Explicó que durante unas semanas era recomendable que Antonella no durmiera boca arriba. Debía aplicarse el spray una vez al día después de bañarse y lavarse la espalda con agua tibia y una esponja blanda para no lastimarse. Además, debía mantenerse calmada e intentar no estresarse debido a los problemas con los pulmones.

— Que te mejores — el doctor le dijo a Antonella con un tono italiano marcado, y ella sonrió mirándolo.

— Gracias por todo — dijo ella.

Me pasó los papeles con toda su información y se retiró, dejándonos solos. Me acerqué y cogí la bolsa que habían traído con ropa que compré para Antonella. Dejé la ropa fuera sobre la cama y ella la miró un poco extrañada. Había mandado comprar una camisa blanca amplia para evitar rozar sus heridas, unos shorts cortos vaqueros y unas zapatillas New Balance 530.

— Vamos a vestirte — le eché unas miraditas mientras observaba la ropa, notando que todo era de marca, absolutamente todo.

— No hacía falta que compraras todo esto... — cogió la caja de los zapatos y la abrió. Sabía que le gustaban estos zapatos, así que se los compré.

— Esto es muy poco para todo lo que te mereces — acaricié sus mejillas suavemente y ella sonrió un poco. Con mi ayuda, la vestí; se notaba avergonzada y tímida, pero con mucho cuidado la ayudé a ponerse la ropa. Estaba encantada con la ropa y los zapatos, se miraba sonriente en el espejo del baño. Me acerqué por detrás y la miré, se veía tan tierna. — Vámonos ya.

Adicto Deseo [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora