Capítulo 18

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Frente al espejo terminaba de retocar mi maquillaje, elegí uno sencillo: una base ligera, sombra café en los párpados, máscara de pestañas, rubor y un labial de tono chocolate coordinado con el perfilador de labios. Llevaba el vestido que Mikey me había regalado, junto con la ropa interior; no es que fuera a modelar para él, pero ya estaba ahí. 

— Antoo — escuché la dulce voz de Camila detrás de la puerta — Ya estamos listos, te esperamos en el auto, ¿vale?

— Si si — asentí contestando de inmediato. Me erguí del tocador verificando que estaba impecable. El vestido era hermoso, se ajustaba a mi silueta resaltando más esas pequeñas curvas que tenía. El trapeado en el escote rompía con lo "simple" haciéndolo un vestido coqueto.

Que guapa soy.

Sonreí con orgullo pasando mis manos por el cabello, llevaba un recogido a media altura con el flequillo suelto para evitar lucir con la frente descubierta.

— Vale... — me volví para buscar con la mirada mi bolso, que estaba en la cama. Fui a recogerlo para completar lo que faltaba y de paso agarrar el antifaz, aunque no sabía cómo colocarlo ya que no tenía ni cinta. Lo agarré sin más para preguntarle después a Mikey. Antes de salir de la habitación, me apliqué perfume.

Una vez fuera, caminé hasta el final del pasillo revisando que llevaba el inhalador en el bolso. Al no prestar atención al frente, no vi venir el choque con el pecho firme y musculoso del italiano.

— Muñeca — emitió un quejido falso mientras se sobaba el pecho — Tienes una cabecita de acero.

— Perdón — reí avergonzada — Pero tú también podrías haberme esquivado, dudo mucho que no me vieras.

— Te vi, pero con esa hermosa belleza me quedé en shock.

— Ay de verdad — negué, siento cómo el rubor subía a mis mejillas — Oye Mikey, ¿cómo pretendes que lleve el antifaz? No tiene palo, ni cinta, ni nada. Además, pesa un poco, me pongo esto y se me cae la cara.

Sonrió de forma casi imperceptible ante mi comentario.

— Claro que pesa, es de oro y tiene rubí — con gran serenidad la cogió sacando algo del bolsillo. Lo miraba anonadado, cómo iba a llevar oro y fragmentos de rubí en la cara.

— Pero como...

— Puedes usarlo con la liga, no te pesará — ríe mientras ajusta el lazo, luego se acerca para colocarme con cuidado el antifaz. La parte correspondiente a la nariz del accesorio cuenta con pequeños soportes diseñados para no irritar la piel, y en su conjunto, la parte interior está revestida con una suave tela que evita el contacto con el frío — ¿Te molesta, te pesa o algo? — una sonrisa curiosa se dibujaba en su rostro.

— No, no me molesta, de hecho me resulta hasta cómodo —una sonrisa se esbozó en mis labios mientras tocaba el antifaz.

— Estas hermosa Antonella — sus palabras parecían sinceras, de hecho lo eran, lo sentía.

— Muchas gracias — me detuve en inspeccionar, deslizando mi mirada desde la parte superior hasta la inferior. Su atuendo consistía en un esmoquin de tono rojo vino, coordinando con el mío aunque con una sutileza más oscura. La chaqueta del traje descansaba en su mano, dejando ver la camisa blanca donde se generaba una apertura en su camisa que revelaba con esplendor tanto su torso bien proporcionado como la presencia de tatuajes exquisitamente detallados — Tú también... — sentí como si tuviera un montón de saliva en la garganta, lo que hizo que tragar fuera un poco complicado — Estás muy bien — bajé la mirada y me quité el antifaz.

Oí un sutil resoplido y, al alzar la mirada, me encontré con sus ojos azul cielo, penetrantes y desconcertantes, capaces de provocar la misma sensación embriagadora que en aquel primer encuentro. Aquel resoplido parecía ser la manifestación de una sonrisa seductora; él era consciente del efecto que causaba al ser observado.

Adicto Deseo [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora