Siete años después.
Estaba, tumbada en una hamaca, disfrutaba del sol que bronceaba mi piel. El aire con olor a mar era refrescante, y el sonido de las olas rompiendo en la orilla me envolvía. Escuchaba el canto de las aves que volaban en el cielo azul.
De repente, sentí una sensación fría y húmeda en mi piel, sobresaltándome. Abrí los ojos y vi a Mike de pie junto a la hamaca, sonriéndome. Sus ojos brillaban con picardía mientras me miraba.
—¡Mike, hijo! —exclamé riendo, quitándome las gafas de sol.
—Ups, mamá, fue idea de Angélica —dijo, señalando a su hermana, quien se escondía riendo en voz baja.
—Oh por Dios, ¡vaya par de bichitos! —reí, mirándolos a ambos.
Mis niños ya habían crecido un montón. Mike tenía nueve años y le iba muy bien en la escuela; era un chico muy aplicado, pero muy ligón. Cada vez que lo veía, era la viva imagen de su padre: los gestos, la mirada seria y su forma de actuar. En cambio, mi pequeña Angélica era un bote de miel, siempre dulce y risueña. Tenía el cabello rizado como el mío y castaño con reflejos rubios como su padre, además de mis ojos, pecas y color de piel. En el colegio le iba muy bien, tenía muchas amigas. Nunca olvidaré el día de su nacimiento, y como Mikey lloraba con ella en brazos.
—Mentira, mami, fue idea de Mike —negó Angélica haciendo pucheros, lo que me hizo reír.
—Qué mentira, Ange —respondió Mike, mirándola con los brazos cruzados.
—Ya, ya —me reí mirándolos. Ambos tenían una bonita relación, aunque fueran polos opuestos. Mike era muy protector con su hermanita; no dejaba que nadie le dijera nada malo en la escuela o fuera de ella. Angélica siempre estaba detrás de su hermano, lo quería mucho, al igual que él a ella. Mike era muy apegado a mí y Angélica a su padre, pero todos nos queríamos por igual. Me levanté de la hamaca, estirándome un poco, y les di un beso a ambos, sonriendo.
—Voy a entrar a ver a papá. Mike, vigila a tu hermana, ¿ok? —me puse las chanclas para evitar quemarme con la arena.
—Vale, mamá —respondió él, cogiendo la crema solar—. Ven a ponerte crema, Angélica, que te derrites.
—¡Oye! —se quejó ella, haciendo pucheros. Mike sonrió ligeramente y le revolvió el cabello en broma. Me reí mirándolos y entré a la casa, dirigiéndome al despacho. Habíamos venido de vacaciones a Grecia de nuevo. Me encantaban sus playas cristalinas y sus casas blancas.
Iba a tocar la puerta para entrar, pero decidí asomarme ligeramente para ver qué hacía mi marido. Lo vi sentado al otro lado del escritorio, hablando por teléfono en italiano. Recorrí su brazo con la mirada, notando sus músculos voluminosos y las venas marcadas, que recorrían todo su brazo. Me detuve en la pulsera que le había regalado años atrás.
La edad no parecía pasar para él, o lo hacía mejor aún: seguía teniendo ese cuerpo de muerte, tan marcado, esos pectorales como rocas, las venas, su mirada sombría...
Bendito sea Dios, la madre de Mikey y todos los santos.
Se peinó el cabello hacia atrás, causándome microinfartos, hasta que de pronto vi cómo solo sus ojos se movieron para mirarme con seriedad, esa seriedad que te deja embarazada de una. Me quedé petrificada en la puerta y sonreí sutilmente, mirándolo. Le señalé hacia fuera, preguntándole si quería que me fuera, pero con solo pestañear lentamente y negar con la cabeza, me dijo que no. Sonreí feliz y entré al despacho, dejando la puerta entreabierta para poder estar atenta a los niños. Me apoyé en la pared, mirándolo con atención. Sus ojos lúgubres me recorrieron de arriba abajo, observándome detenidamente. Llevaba un bañador sencillo de color negro. Me acerqué lentamente, poniéndome detrás de la silla, acariciando sus hombros. Él agarró una de mis manos, la besó y dejó el teléfono donde iba. Giró la silla para mirarme y, con la otra mano libre, me tomó de la cintura, sentándome sobre sus piernas.
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Adicto Deseo [#2]
RomanceDos años después fueron suficientes para Antonella. Reconstruyó su vida a pesar de un largo sufrimiento, pudo sacar adelante a su querido hijo el cual fue producto de su gran amor que perdió por las injusticias. Ella se volvió a enamorar y se casó...