Capítulo 25

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Antonella

Había pasado una semana desde que llegamos a este lugar tan maravilloso; todo era paz y tranquilidad. Mikey había estado en el despacho desde esta mañana. Al parecer, las cosas no iban tan mal en Italia, pero me gustaría que pasara más tiempo con nosotros. Aunque no puedo quejarme, nos ha consentido muchísimo: haciendo regalos, llevándonos a diferentes lugares, a distintas playas, entre otras cosas.

— Mikey... — Toqué la puerta con suavidad y la abrí asomándome. Estaba sentado al otro lado del escritorio, hablando por teléfono en italiano. Terminé de entrar, dejando la puerta entreabierta. Lo miré minuciosamente; me gustaba escuchar su voz en italiano, se veía tan sexy.

No tenía ni idea de lo que decía, pero me acerqué despacio, hasta ponerme detrás de su silla. Miré su pelo rubio y lo toqué un poco; no sabía si me gustaba más con el cabello negro o rubio, pero ambos le quedaban de muerte. Seguía muy metido en la conversación, se limitaba a escuchar y cuando hablaba lo hacía alto, mostrando superioridad. Deslicé mis manos por sus mejillas y luego iba a dejarlas caer en sus hombros, pero la mano que tenía libre agarró mi muñeca de golpe, haciéndome pegar un brinco del susto.

Tiró de mi brazo, obligándome a ponerme frente a él, tomó mi cintura y me hizo sentarme en sus piernas, todo ello mientras seguía hablando por teléfono. Me puse un poco nerviosa bajo su mirada seria. Sus ojos recorrían cada parte de mi rostro, deteniéndose en mis labios, lo que me hizo morderme el labio inferior por los nervios. Ese gesto hizo que me mirara a los ojos de nuevo.

Seigneur, aidez-moi

Sentí su gran mano palparme un muslo, sus dedos se escondían bajo mi vestido. Una oleada de calor me recorrió el cuerpo, mientras él seguía hablando por teléfono, completamente imperturbable.

— Seño... — Al despacho entró Manuela con mi teléfono en mano y Mike en brazos. Guardó silencio al ver a Mikey hablando, pero me hizo una seña con el móvil, mostrando que me estaban llamando. Me levanté rápidamente del regazo de Mikey y salí del despacho, agarrando el móvil y cerrando la puerta detrás de mí.

— Gracias Manuela, yo me encargo — Agarré al niño y contesté la llamada; era mi tía quien me llamaba por videollamada. Me fui a hablar afuera, dejando al niño jugar con el cubo y la pala mientras conversábamos — Bonjour ma tante, comment vas-tu ?

Estuvimos hablando un largo rato sobre mis padres, sobre ella y mi tío, y sobre cuándo iba a ir a Francia para verlos y enseñarles al niño. Me hizo preguntas sobre cómo estaba con Natt, las cuales intenté evitar contestar, pero no le oculté que nos habíamos separado por ciertas circunstancias. Mi tía, siempre comprensiva, trató de animarme y ofrecerme su apoyo.

Le pasé el teléfono a Mike, y aunque no hablaron mucho, él le mostró su colección de conchas. Pareció entretenerla bastante. Colgué tras un rato y me quedé disfrutando del aire fresco. No quería irme de este lugar tan maravilloso. Me sentía observada, así que miré a lo lejos a los lados hasta que decidí girarme.

— Mikey qué susto — Lo miré a los ojos. Él no dijo nada y se acercó despacio a mí — ¿Qué ocurre? — Cada vez que se acercaba, alzaba más la mirada para mirarlo, hasta que me rodeó con sus manos. Nos quedamos en silencio, mirándonos. Sus ojos azules me dejaban totalmente aturdida al mirarlos. Se agachó, acariciando mis mejillas con sus dedos, y un escalofrío recorrió mi espalda ante su contacto.

— Me gusta oírte hablar Francés — Movió los pequeños mechones. Yo sonreí al mirarlo

— Y a mí que hables Italiano. Hablas muy sexy — confesé riendo un poquito.

— Sì, tesoro? — Murmuró en mi oído, y su voz suave enviaba escalofríos por mi espina dorsal — Ti piace quando ti parlo così? — Lo miré a los ojos con un poco de nerviosismo. Este hombre seguía poniéndome nerviosa desde el primer día. Había entendido lo que dijo, pues lo dijo despacio a propósito. Sonreí y asentí.

Adicto Deseo [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora