Lo miré sin poder creer que lo tenía frente a mí y no a otra persona. Sonrió de lado, mirándome con una sonrisa siniestra y malévola. Sentía la sangre caliente; quería darle una bofetada y marcarle el resto de su vida.
— Por fin has llegado — Dijo en tono suave mientras desabrochaba el botón de su chaqueta. Se movió a un costado, dejándome pasar. Miré el lugar desde fuera antes de decidir entrar, con la sensación de que una vez dentro, no volvería a poner un pie fuera de esta casa. — Espero que te guste, lo mandé a construir un año después de que nos casáramos, pero hasta no fue que me la dieron.
Observaba cada rincón, quieta en la entrada. Escuché la puerta cerrarse detrás de mí. Había cuadros colgados del día de nuestra boda, de Mike de bebé, de mí embarazada y de la familia de Natt. Me giré para mirarlo, y él seguía con esa maldita sonrisa dibujada en la cara.
— ¿Dónde está Mike? — Dije con seriedad, manteniendo la mirada fija en él hasta que volvió a sonreír.
— Rosa — Alzó la voz, mirando hacia el fondo de un pasillo. Una mujer de tez morena, con cabello castaño casi negro, rizado pero recogido en un moño, ojos marrones, flaca y con la piel ya un poco arrugada, vino con mi hijo en brazos.
Sonreí al mirarlo, estaba más tranquila; parecía estar bien. La mujer iba a entregárselo a Natt, pero me adelanté y se lo quité de las manos.
— Mi amor — Lo apreté entre mis brazos, dándole unos cuantos besos. Él también me abrazó y sonrió — ¿Estás bien? — revisé que no tuviera ni un solo rasguño.
— Chi mami, muy bien — Levantó el pulgar hacia arriba, lo que me hizo reír un poco y soltar un gran suspiro de alivio.
— Nunca le haría nada, es nuestro hijo — Miré a Natt después de decir eso, sintiendo el deseo de borrar su presencia de mi vista. — Sé que debes odiarme en estos momentos, pero verás como te acostumbras de nuevo a estar juntos.
— Nunca me volveré acostumbrar a estar con un... — Tomé una gran bocanada de aire antes de decir "psicópata", lo que creía que realmente se merecía. Sin embargo, Mike estaba delante, y a pesar de ser solo un niño, entendía bastante bien las cosas. — Con una persona como tu. —Rio un poco mientras me miraba y se acercó para acariciar el cabello de Mike, que estaba apoyado en mi hombro chupando su pulgar.
— Se que te fuiste con Mikey a Grecia, y supongo que debes de estar muy cansada — Su tono y forma de mirarme denotaban rencor — Pero has vuelto donde debes de estar, con tu marido, y de aquí no te iras.
— No puedes obligarme a quedarme — Retrocedí para que dejara de tocarlo, y también lo miré con desprecio y rencor.
— Yo no te obligué a venir, viniste por tu propio pie. Además, debes de cumplir lo que dijiste en el altar — Se acerca a mí y susurra en mi oído. — Hasta que la muerte nos separe — Se echa hacia atrás y me mira a los ojos, deslizando su índice para tocar mi mejilla. Sentía tantas ganas de escupirle en la cara y borrarle esa sonrisa burlona. Giré mi cabeza para que dejara de tocarme y volvió a reír — Rosa, enseñale la casa a la señora. Todo lo te pida se hace, menos salir de esta casa, llamar por teléfono, entre más cosas que te dije.
— Sí señor — Tenía la cabeza mirando hacia abajo y las manos entrelazadas. Por alguna razón, sus vibras no me gustaban; era extraño, pero también tenía una mirada siniestra.
— Saldré a hacer unas cosas, nos vemos más tarde, mi amor... — Agarró mi mejilla y se acercó a mis labios, pero me solté rápidamente, apartándome de él. Cerró el puño, claramente no muy contento por mi reacción, pero se fue sin decir nada.
— Rosa por favor ayúdame a salir de aquí — A pesar de no tener una buena corazonada con ella, busqué su ayuda.
— Señora, su deber es estar con el señor Natt. Yo no soy nadie para interponerme — Su mirada era seria y carente de empatía.
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Adicto Deseo [#2]
RomanceDos años después fueron suficientes para Antonella. Reconstruyó su vida a pesar de un largo sufrimiento, pudo sacar adelante a su querido hijo el cual fue producto de su gran amor que perdió por las injusticias. Ella se volvió a enamorar y se casó...