—Camila, acelera. Si nos alcanzan, nos llevan a las tres —la miré al ver que se mantenía quieta, mientras los de atrás se acercaban más—. Déjame a mí, pásate atrás y cubre a Mike —dije quitándome el cinturón y preparándome. Ella me miró desconcertada, bloqueada por el miedo —¡Camila, ya! —grité. En ese momento, se quitó el cinturón y comenzó a pasarse hacia atrás mientras yo agarraba el volante y, rápidamente, casi de un brinco, me senté tomando el control. Aceleré, cambiando de marcha y arrancando con determinación. Los hombres que ya habían salido de los autos de delante nos apuntaban amenazantes, pero sin disparar. Había un hueco entre dos autos que bloqueaban el paso, así que me concentré e intenté pasar, chocando contra ellos. Tras el impacto, los autos se movieron lo suficiente y logré seguir adelante.
Conseguí salir del túnel conduciendo a toda velocidad por la carretera, esquivando los pocos autos que me encontraba en el camino. Mi corazón latía desbocado.
Manejaba sin rumbo, buscando desesperadamente la manera de perderlos de vista. Vi una gasolinera y, rápido, casi llevándome por delante a otros autos, aproveché para adelantarme. Gracias a los autos que salían, el coche que nos perseguía quedó detrás de ellos. Aproveché eso para salir de nuevo rápidamente. Todo era un subidón de adrenalina; sentía cómo el aire me faltaba y el pecho me presionaba. Intentaba calmarme al ver que no estaban detrás. Rápidamente salimos de la autopista y llegamos a la ciudad. Bajé un poco la velocidad, pero aún sentía que nos perseguían.
—¿Los has perdido de vista, Antonella? ¡Muy bien! —exclamó Camila mirando hacia atrás. Sentí un gran alivio por ello.
—¿Estás segura? —pregunté jadeante por los nervios, sin apartar la vista de la carretera.
—Sí, segurísima.
A pesar de que confiaba en ello, no quería arriesgarme a irme a casa o a la empresa de Mikey. Entré rápidamente a un garaje de un supermercado. Estacioné y miré mis manos sudadas y temblorosas, sintiendo que un casi ataque de asma estaba por llegar, pero no se concretaba.
—¿Estás bien? —escuché la voz de Camila preguntándome, haciéndome entrar en razón.
—Sí —tomé aire y me giré mirándolos—. ¿Y tú, Camila? ¿Y mi niño? —Lo revisé con la mirada. Camila dejó de abrazarlo y asintió.
—Estamos bien, gracias a ti —sacó el móvil—. Voy a llamar a Nelson —dijo cogiendo su móvil. Vi sus manos temblar también— Mierda, me ha llamado diez veces ya.
—Seguro Mikey que a mí también —busqué el móvil y, así era, tenía veinte llamadas perdidas. Devolví la llamada, tomando aire.
— Mikey...
— Quédate dónde estás, estamos yendo a por vosotras. — escuchaba su voz a través del teléfono algo agitada.
— Estamos en...
— Se donde estáis, ya estamos llegando — colgó la llamada y miré a Camila.
— Ya vienen a por nosotras — observé a Camila, quien también colgaba el teléfono. Sentí un leve alivio, pero la presión en el pecho persistía. Saqué el inhalador y tomé una bocanada, lo que me hizo sentir un poco mejor. A lo lejos, vi acercarse un auto; al principio me llené de sospechas, pero al distinguir la matrícula con una "G", supe que era Mikey y Nelson. Tomé al niño en brazos mientras ellos se estacionaban apresuradamente y se dirigían hacia nosotras. Corriendo hacia ellos, los abrazamos fuertemente. Cuando los brazos de mi amado me rodearon, me sentí segura y más tranquila.
— ¿Estáis bien? — preguntó Mikey, separándose ligeramente para examinarnos a Mike y a mí de arriba abajo.
— Sí, cariño, estamos bien, no te preocupes — respondí, volviendo a abrazarlo, sin querer separarme de él.

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Adicto Deseo [#2]
RomansaDos años después fueron suficientes para Antonella. Reconstruyó su vida a pesar de un largo sufrimiento, pudo sacar adelante a su querido hijo el cual fue producto de su gran amor que perdió por las injusticias. Ella se volvió a enamorar y se casó...